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HISTORIAHernández Cabrón, el sádico que salió por patas de Tunte

Hernández Cabrón, el sádico que salió por patas de Tunte

Yurena Vega Sábado, 30 de Julio de 2022

Pedro Hernández Cabrón fue el líder militar que intentó avasallar a los canarios de Tunte cuando la Conquista.

 

Creía que la gente de Fataga y sus alrededores era floja. También es verdad que en aquella época se comía gofio y no como ahora, que todo es muesli, cereales que vienen de América en la caja que tiene un gallo por fuera. El enfermo mental que vino a la Conquista está presente en numerosas actas y crónicas del momento, la mayoría recluidas en el Archivo Histórico Nacional y  firmadas por Adolfo de Castro.

 

La derrota fue un 24 de agosto, festividad de San Bartolomé, cuya protección invocaron los soldados españoles en su derrota. De esa promesa surge la ermita con la advocación del santo, que le da nombre al municipio y a la villa de San Bartolomé de Tunte en Tirajana, hoy San Bartolomé de Tirajana.

 

Sucede que Hernández Cabrón hacía honor a su propio apellido, que da denominación a la zona de costa que hay en el sur de Gran Canaria, vino a Gran Canaria cuando iba a África a buscarle esclavos a los Reyes Católicos que, por algún enchufe, confiaron en este siniestro sujeto para avasallar a las honorables gentes de Tirajana. El enchufe de Canarias vino porque Hernández Cabrón fue uno de los que ejecutó la orden de expulsar a los judíos de la Península.

 

Pedro Cabrón era un pirata de ascendencia genovesa, con una pericia más que extraordinaria y más que reconocida, que venía aprovechando la coyuntura favorable del conflicto entre los Ponce de León y los Guzmán para robarles a los unos y a los otros, según las alianzas variables y movedizas que iba improvisando sobre la marcha. Muerto Enrique IV y durante la fraticida Guerra de Sucesión Castellana, extendió sus actividades por toda la costa mediterránea. "Después, avisado de que Fernando de Aragón lo buscaba con fines no excesivamente amistosos, decidió entregarse en cuerpo y alma a combatir a la morisma infiel, súbitamente convertido al cristianismo extremo. Los Reyes Católicos acabaron perdonándole la vida en 1478, por su contribución a la necesitada causa de Cristo".

  
El escritor e historiador Álvaro Van den Brule detalla de Hernández Cabrón lo siguiente: "este animal de bellota, Hernandez Cabrón, partió de Cádiz con dos docenas de navíos y una derrota que le debía conducir hacia el norte de África; en las sentinas de aquellas incipientes naos y cocas anidaba el horror de los expulsados en uno de los más grandes errores cometidos por los Reyes Católicos. Centenares de judíos –hombres, mujeres y niños–, serían arrojados al mar sin más contemplaciones con objeto de extorsionarles para despojarlos de sus eximias riquezas". 

 

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Con el dinero de las víctimas que lanzó al agua, este sinvergüenza contrató gente de mala vida para venir a luchar contra los canarios cabreados en Tunte. Álvaro Van den Brule señala que "hay muchos ejemplos de la generosidad por parte de los aborígenes guanches para con los verdaderos salvajes provenientes de la Península (...) las matanzas efectuadas por los llamados cristianos e invasores de un modo de vida pacífico y armónico como era el de la sociedad guanche, no estuvo nunca a la altura de los principios cristianos que se supone debían de presidir aquel viejo precepto de no matarás y se amen los unos a los otros. 

El pirata y esclavista, estafador y aventurero, no sabía entonces que estas islas tardaron más de 100 años en ser conquistadas en parte por la enorme resistencia ofrecida por el pueblo guanche, en parte por la falta de recursos e ímpetu sostenido de los castellanos. Su crueldad y violencia eran legendarias y estaban en boca de todos aquellos que le conocían. A 12 vecinos de Tunte que logró trincar este esclavista los lanzó al mar en venganza porque en Tirajana le partieron la mandíbula con una onda de piedra. Hernández Cabrón era una centrifugadora de terror, un sujeto despiadado y sin escrúpulo alguno, mataba sin reparo y con crueldad. Era un psicópata sin empatía alguna hacia los canarios con los que se divertía de manera sádica.

 

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