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"A saber cuántos historiadores del sur de Gran Canaria han surgido gracias a su curiosidad, ese es el legado", decía este miércoles un profesor de historia de la Universidad de Las Palmas (ULPGC). Al abandonar este mundo en el momento en que lo hizo, Rafael González, Feluco, dio un último golpe de efecto a una época que había llegado a disfrutar por la difusión digital de sus historias. Su amigo, Cristo González, en Radio Dunas, no salía este miércoles de su pesar por la muerte del escritor tirajanero de forma tan abrupta cuando había estado momentos antes en sus estudios de la emisora hablando de la cultura canaria, su pasión. Para estar muerto solamente hay que estar vivo.
"A Feluco lo vamos a echar de menos por muchas cosas, pero primero por esa sonrisa contagiosa que tenía cuando hablaba y soltaba alguno de sus chascarrillos", dijo este miércoles el alcalde de San Bartolomé de Tirajana, Marco Aurelio Pérez, que recuerda: "era un hombre servicial y todo su tiempo fuera del trabajo lo dedicó a rescatar costumbres de nuestra tierra. Hay que llamarle gran costumbrista". En Las Lagunas la gente todavía no se lo cree. El dolor ha inundado toda Tirajana.
En el mundo cultural del sur de Gran Canaria y en las escuelas de la comarca, pocas personas han sido tan conocidas y celebrados como Feluco. Sus columnas en diversos medios parecían recrear el género sacándolo de sus baluartes académicos, dándole una patada a su bien alimentado fundamento y presentándolo a un público lector que normalmente no tendría el hábito de leer cultura canaria con devoción.
Feluco entretejía sus observaciones sobre el mundo con un ingenio ácido, a menudo empapado en la jerga callejera de Tunte. Mientras otros hacían sus esculpidos pensamientos sobre una nueva exposición o la política local, él decía las cosas claras. Esto tenía un doble propósito: ponía en el terreno de la calle incluso los temas más elevados y demostraba que esas cuestiones podían ser objeto de un debate intenso e informado por parte de personas que, normalmente, no eran consideradas capaces de formarse esas opiniones por quienes dirigían los medios de comunicación o en la escuelas.
"Transcribía la tradición oral y contaba las anécdotas y cosas de lo que nuestros antepasados", recordaba la concejala de Cultura, Elena Álamo. "Era el historiador del que nadie ha contado su historia", dijo Alejandro Marichal, primer teniente de alcalde, que resaltó que era un "buscador de anécdotas y divulgador, fue siempre un apasionado de la historia tirajanera".
En La Palmas siempre quedaban impresionados por su ingenio y estilo. Su ingenio y percepciones intrigantes siempre hicieron que sus columnas fueran lecturas obligatorias. Tunte y el alma de Tirajana se reflejaban en ellas. A Feluco le encantaba la camaradería con sus compatriotas de Tunte. No consideraba que nadie fuera un extraño, por lo que cuando escribía no lo hacía con la autoridad de los gobiernos, sino con la que provenía de los ciudadanos. Porque lo qu inspiró gran parte de su obra: generoso y elocuente, atrevido y arriesgado.