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San Bartolomé de Tirajana agoniza, consumida por un mal que se ha extendido como una plaga. Sus entrañas, otrora fértiles y llenas de vida, ahora son devoradas por la decadencia de los servicios públicos. La enfermedad ha mutado, adaptándose a cada rincón de esta tierra canaria donde se defendió Gran Canaria cuando fue invadida, infectando los cimientos mismos de su sociedad. No es un simple resfriado, sino una fiebre tórrida que consume la vitalidad de este pueblo, dejando tras de sí un rastro de cenizas y desesperanza. La agonía también ilumina la crisis espiritual del corazón del sur de Gran Canaria.
Hay quienes piensan que la agonía o decadencia del Sur de Gran Canaria comenzó un día en que alguien se puso a lanzar a billetes de dinero, suponemos que fotocopias, tras una moción de censura que hubo en el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana. En verano de 2007 aquí hubo un gran incendio y Marruecos ofreció varios de sus 16 hidroaviones basados en Agadir que tardaban en llegar apenas 90 minutos para combatir las llamas; pero se metió la política y hubo que esperar a que llegara uno de Zaragoza procedente de un incendio de Galicia por culpa de cuatro fanáticos de Las Palmas. Siempre es Las Palmas. ¿O no vino de Las Palmas la macabra decisión de encerrar en este agosto de 2024 Fataga por carretera el día del incendio de su hermoso palmeral?
Llegó todo tarde: el pueblo sufrió en 2007 los daños de incendios. Además de la destrucción de edificios se quemaron muchas plantas. Los residentes realizaron un enorme esfuerzo contra el fuego: no se consiguió hacer invisibles los daños, pero Fataga quedó habitable por el esfuerzo de sus vecinos y no esa gente que viene a meternos normativa hecha en Bruselas para frenar la agricultura y aplicación del sentido común. Ahora es un vertedero de cenizas de uno de los municipios turísticos más importantes de Europa.
El incendio del pasado sábado castigó los principales nacientes del pueblo, con más de 100 metros de tuberías dañadas con pérdidas de miles de euros y toda el agua durante al menos una semana, alrededor de 52 millones de litros, mezclados con las cenizas y perjudicando gravemente la agricultura, salud de los vecinos y belleza del pueblo. Un funcionario psicópata ha dicho por la radio que esto es bueno porque regenera el suelo. ¿Para qué? Si no dejan cultivar nada.
Estos sucesos también dañan gravemente a la economía del interior de Gran Canaria y sobre todo a Fataga y Tunte. El Molino del Agua, atractivo turístico con uno de los palmerales más importantes y bellos de Europa, en recuperación incendio anterior se vuelve a quemar. En este incendio no hubo que lamentar víctimas ni la pérdida de las casas rurales de Ecotara, a escasos metros del inicio del fuego, hoy ocupado por 33 menores inmigrantes, que fueron desalojados. La actuación de los medios de emergencia del Cabildo, Gobierno de Canarias y Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, fueron rápidos, coordinados y precisos, arriesgando incluso sus vidas los pilotos de los helicópteros fundamentales para la estabilización del incendio, evitando así daños mayores. Lo que no se entiende es cómo se cierra la carretera GC-60 durante más de 10 horas. La red eléctrica también sufrió daños, estando este lunes los vecinos de Fataga y negocios a oscuras, por la reparación de la línea.
Los vecinos de Fataga se encuentran desmoralizados por ver cómo su pueblo se deteriora poco a poco, sin que las autoridades y organismos competentes no tengan en cuenta, que Fataga es uno de los pueblos más antiguos culturales y pintorescos de Gran Canaria. Estamos rodeados de gente mala que no sabe planificar un futuro lógico para la gente que vive en esta zona. Cuando dentro de 50 años no hayan apellidos canarios entre los propietarios de las casas típicas hablamos. Son todos, como iguales.