Las recientes advertencias de los expertos preocupan por la posibilidad de vivir una nueva crisis volcánica en el archipiélago
Mientras en Tenerife los sismógrafos muestran actividad en las inmediaciones del Teide, en el sur de Gran Canaria (y resto de zonas turísticas del archipiélago) se observa con la mezcla de escepticismo y morbo habitual cada vez que los volcanes de las islas hacen acto de presencia en los titulares.
Luca D'Auria, director del Área de Vigilancia Volcánica de INVOLCAN, ha vuelto a lanzar una advertencia: la actividad sísmica y las emisiones de gases en Tenerife llevan años en aumento y, aunque la probabilidad de erupción en 2025 es solo del 2%, en los próximos cinco años la cifra sube hasta el 40%.
D’Auria, que desde hace años aboga por la divulgación en materia volcánica entre la población canaria, ya advirtió en 2016 que “el Teide nos habla, pero no sabemos qué nos está diciendo” y en 2022 que el riesgo de erupción en los próximos años era del 40%.
Los enjambres sísmicos que desde hace un tiempo han llamado la atención se han concentrado en la zona de Las Cañadas del Teide y el macizo de Teno y ha sido suficiente movimiento para que los expertos afinen sus modelos y se disparen las especulaciones, sobre todo con la erupción de La Palma (y sus consecuencias) aún tan reciente. ¿Podría Tenerife vivir un episodio como el de La Palma en 2021? De momento, la respuesta ha pasado de un “no” a un "todavía no".
El sector turístico, que poco puede hacer en el caso de que los peores pronósticos se confirmen y el Teide entre en erupción a medio/largo plazo, no puede ignorar que una crisis volcánica en Tenerife afectaría la imagen de Canarias en su conjunto como destino seguro.
Ya pasó en 2021, a la tragedia que se vivió en La Palma con la pérdida de barrios enteros, comercios y plantaciones se sumó el duro golpe al motor económico del archipiélago, que vio como la imagen del volcán atrajo a muchos curiosos y científicos, pero también como ahuyentó al tradicional turismo vacacional y de descanso por parte de los mercados tradicionales. Un golpe que, además, llegó en plena recuperación tras la pandemia.