Las lluvias han sido generosas con Gran Canaria y cuando salga el sol todo el nuevo verde será un espectáculo para disfrute de todo el mundo. Han ayudado a nuestros embalses, han lavado los montes y han devuelto la vida a los barrancos que tanto tiempo llevaban sedientos. Pero más allá del agua que ha corrido por la isla, estos días han dejado algo aún más valioso: la prueba irrefutable de que la fortaleza de los grancanarios no se mide en infraestructuras, sino en su capacidad de cooperar y protegerse mutuamente.

En medio de un temporal que puso a prueba a la isla, lo mejor que hemos visto no ha sido solo la lluvia en sí, sino la impresionante respuesta de la ciudadanía. Desde los barrios altos hasta las costas, la solidaridad ha sido la gran protagonista. Vecinos ayudando a vecinos, comerciantes ofreciendo refugio, voluntarios despejando calles antes de que llegaran las autoridades. Una respuesta ejemplar, nacida de un pueblo que sabe lo que es enfrentar la adversidad y salir más fuerte de ella.

Y mientras los grancanarios daban una lección de civismo, la clase política se mostraba inquieta. No tanto por la lluvia, sino por el miedo a que la creciente indignación ciudadana mojara algo más que las calles: sus proyectos urbanísticos cuestionables. Porque si algo ha quedado en evidencia, es que construir en cauces de barrancos no es solo un error ecológico, sino una irresponsabilidad que pone en riesgo a toda la isla. Lugares como Siam Park, en El Veril, sur de Gran Canaria, donde se pretende levantar un parque temático. Un ejemplo claro de una planificación que ignora la naturaleza y la memoria de la tierra.

Afortunadamente, los medios digitales de Gran Canaria han sabido estar a la altura. Sin alarmismos ni exageraciones, han informado con rigor, guiando a la población ademas de turistas y evitando el caos. Han demostrado que la información responsable es clave en momentos como estos, ayudando a que la gente actúe con prudencia y determinación. Gracias a ellos, la isla ha enfrentado la tormenta con la cabeza alta, sin caer en el pánico ni en la resignación.

Las lluvias se irán, pero la lección queda. Gran Canaria ha demostrado que su mayor riqueza no es solo su paisaje, sino su gente. Una gente que, cuando se une, es capaz de cambiar el rumbo de su propia historia. Que sabe que no se puede seguir construyendo donde la naturaleza pide paso. Y que, con la misma determinación con la que ha enfrentado este temporal, sabrá defender su isla de los que quieren venderla al mejor postor.