En el sur lleno de contradicciones de Gran Canaria, donde las dunas se debaten entre el silencio del desierto y el murmullo del turismo, una paradoja política se hizo carne: Nueva Canarias en Tirajana ha decidido irse... de Nueva Canarias.
El primer acto del drama no se abre con una ruptura sentimental ni con una declaración ideológica, sino con una consulta legal: los servicios jurídicos del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana deberán estudiar si los concejales que han dado este paso son, técnicamente, tránsfugas. Porque no hay escándalo moderno sin su dictamen jurídico, y no hay política sin su ambigüedad calculada.
La decisión fue tomada en una asamblea a la búlgara, de esas en las que la unanimidad no sorprende a nadie, convocada por el partido que lidera Samuel Henríquez. Un acto de autoafirmación colectiva, envuelto en discursos sobre dignidad, soberanía y desconexión. Y aunque parezca una escisión, quienes participaron lo presentan como el primer paso hacia algo mayor: la reunificación del nacionalismo canario. Una causa vieja con ropaje nuevo.
La escenografía recuerda a una familia que se sienta a la mesa un domingo, reparte el pan, brinda por el pasado común, y acto seguido se levanta uno de ellos, empuja la silla con dignidad herida, y dice: “me voy, pero me quedo”. Así de extraña es la política cuando decide narrarse a sí misma como una tragicomedia.
Dicen en Tirajana que no se trata de una traición, sino de una emancipación. Que no es abandono, sino liberación. Que no rompen con la esencia de Nueva Canarias, sino con sus formas, sus silencios, sus decisiones tomadas desde despachos alejados del calor sureño. Los argumentos brotan como las grietas en una vieja alianza: falta de apoyo, desdén desde la cúpula regional, decisiones que ignoran la realidad municipal. Lo de siempre, pero esta vez con final.
Y así, la agrupación de Nueva Canarias en San Bartolomé de Tirajana firmó su divorcio político con el partido madre, no sin antes llevarse el apellido. Porque se van de Nueva Canarias, pero siguen llamándose igual. Una suerte de identidad prestada, o tal vez usurpada, según desde qué bando se mire.
La dirección nacional, por su parte, observa desde Las Palmas con el gesto de quien no sabe si reír o denunciar. ¿Qué se hace cuando un reflejo decide no reconocerte en el espejo?
Mientras tanto, en el otro extremo del tablero, el líder de Coalición Canaria en el sur de la isla, Alejandro Marichal, ha compartido en voz baja con su círculo más próximo una sensación poco habitual en estos tiempos de terremotos políticos: tranquilidad. Hay quien dice que en medio del ruido, a veces, el que calla gana.
En Tirajana, la vida sigue. Los concejales se levantan cada mañana con la misma rutina, los plenos se celebran, los vecinos apenas notan el temblor institucional. Pero entre líneas, en los pasillos del consistorio, ya se habla de una nueva etapa, de un partido que es el mismo pero ya no lo es, de una ruptura que no sangra, pero escuece.
Al final, tal vez todo se resuma en lo que escribió alguna vez un poeta isleño: “Hay lugares que sólo se entienden cuando uno decide irse de ellos sin moverse un paso.” Nueva Canarias en Tirajana acaba de hacerlo.