En Maspalomas, el turismo no es solo un sector económico: es el alma del sur de Gran Canaria. Hoteles, apartamentos, restaurantes, lavanderías industriales, empresas de excursiones, empresas de mantenimiento, rent-a-cars y supermercados dependen de una maquinaria afinada hasta el detalle. Pero esa maquinaria chirría cuando el coste de operar desde esta isla se multiplica por la imposición de barreras fiscales como el AIEM, diseñado para proteger la producción de los industriales de Las Palmas aunque a menudo a costa de encarecer la actividad turística. Para que la gente lo entienda: aquí se paga por importar jamón serrano un AIEM cuando en las islas eso no se produce.
El AIEM, que a partir del 30 de junio hasta finales de septiembre debe comenzar a someterse a lista de productos que será sometidos a este calvario fiscal desde el 1 de enero de 2027, ese arancel europeo con acento canario que grava importaciones, se diseñó para proteger a sectores industriales locales vulnerables. Pero en la práctica, según denuncian empresarios del sector turístico, actúa como una traba silenciosa a su competitividad internacional.
Maspalomas compite directamente con destinos como Turquía, Egipto o el norte de África, donde los costes de mantenimiento de una cama turística son hasta un 30% más bajos. Y en esa carrera, cualquier sobrecoste es un lastre. "Pagamos más por importar maquinaria, electrodomésticos, repuestos o productos de limpieza industrial que no se fabrican aquí, pero que el AIEM grava igual", afirma el gerente de un complejo hotelero en Campo Internacional.
Los afectados aseguran que la norma, que en teoría está hecha para beneficiar a Canarias, se aplica con una lógica ciega que no distingue entre lo que se produce localmente y lo que no existe ni puede producirse en las islas. "Una lavadora industrial o un sistema de climatización no los fabrica nadie en Canarias, pero les cae el AIEM igual que si fueran plátanos", denuncia un empresario del sector hotelero.
Operar en Gran Canaria ya es un 18% más alto que en Madeira y hasta un 40% más que en destinos emergentes como Cabo Verde, donde no existen aranceles similares al AIEM para productos destinados a la industria turística. Mientras Madeira ofrece subvenciones a la importación y un IVA reducido al 5%, Canarias mantiene un régimen que, paradójicamente, penaliza la modernización hotelera. “Instalar placas solares, renovar la cocina de un hotel o sustituir las instalaciones de climatización es más caro en Maspalomas que en la competencia directa”, explica un asesor fiscal vinculado a varias cadenas hoteleras.
Pero el daño no es solo económico. Cuando el AIEM encarece los productos de higiene personal importados, o limita la llegada de ciertas marcas internacionales, la experiencia del turista también se resiente. En destinos de alta gama, donde cada detalle cuenta, esa pérdida de estándar puede marcar la diferencia entre fidelizar a un cliente o perderlo frente a un destino más competitivo. Además, la lentitud en la aduana y la burocracia asociada al AIEM ralentizan los tiempos de reposición o reparación, generando molestias al turista e ineficiencia para el empresario.
¿Quién protege a quién?
Mientras el AIEM se justifica por la necesidad de proteger a unas 170 industrias locales, de capital no canario, mayormente, muchas de las cuales producen para mercados no turísticos, miles de empresas del sector alojativo y de servicios turísticos —la verdadera columna vertebral del PIB canario— soportan un sobrecoste injustificado que no tiene equivalentes en destinos rivales.
En 2025 la Comisión Europea revisará el AIEM. Quizá sea el momento de preguntarse si este arancel aún tiene sentido tal como está planteado. ¿Debe aplicarse con carácter general o diferenciarse según sectores y usos finales? ¿Se puede excluir a la industria turística como consumidor intermedio no competidor de la industria local? La modernización turística no puede frenarse por aranceles mal calibrados. Maspalomas necesita avanzar hacia un modelo más sostenible, eficiente y competitivo. Para eso, debe importar innovación, tecnología, materiales y maquinaria. Penalizar esas importaciones es, en la práctica, condenar al sector a envejecer. ·Estamos en una carrera global por atraer a un turista más exigente. Si las reglas fiscales nos dejan en desventaja, perderemos", resume el responsable de operaciones de una cadena internacional. La pregunta es clara: ¿quién protege a Maspalomas del coste oculto de proteger a unos operadores que cómodamente operan desde Las Palmas?