Lunes, 20 de Octubre de 2025
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HISTORIAEl Enigma de Maspalomas: Tras los pasos de Colón y el corazón de un territorio olvidado

El Enigma de Maspalomas: Tras los pasos de Colón y el corazón de un territorio olvidado

Y. V. MASPALOMAS24H Domingo, 15 de Junio de 2025

La mención de Maspalomas evoca hoy imágenes de dunas doradas, playas infinitas y un oasis turístico vibrante. Sin embargo, ¿fue esa la Maspalomas que conoció Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje a las Indias, en mayo de 1502? La historia oficial, respaldada por la célebre frase de Hernando Colón y Juan de la Cosa, sitúa el 24 de mayo de 1502 a las naves del Almirante en Maspalomas, "para tomar el agua y la leña que eran necesarias para el viaje". Pero la documentación histórica y geográfica, al despojarse de la pátina del tiempo, nos revela un enigma fascinante: la Maspalomas de Colón era, muy probablemente, un vasto territorio muy diferente al idílico paraje que hoy conocemos.

La Aguada del Almirante: Una Geografía en Disputa

La frase de Hernando de Colón, "El 24 pasamos a Maspalomas, que está en la misma isla, para tomar el agua y la leña que eran necesarias para el viaje", ha sido la base de una interpretación que ancla el paso colombino en la actual ubicación del oasis. No obstante, una inmersión en los mapas y crónicas antiguas desdibuja esta localización.

Los planos de la época son elocuentes en su silencio o en su ambigüedad. Mientras que mapas como el de Angelino Dulcert (1339) o Grazioso Benincasa (1467) no la mencionan, el de Abraham Cresques (1375), con su intrincada cartografía, parece insinuar la forma de la charca actual sin citar el topónimo. La copia de Valetim Fernandes (1506), basada en Azurara (1453), muestra un trazo que algunos intérpretes arriesgan a identificar con el oasis, pero resulta inconsistente que, siendo posterior al viaje de Colón, no aparezca citado Maspalomas cuando sí lo hacen otros puntos como Las Isletas, Telde o Gando. Es Leonardo Torriani (1590) quien detalla y cita por primera vez Maspalomas, si bien su representación no es la de una laguna, sino la desembocadura de un barranco. Ya en el siglo XIX, Webb y Berthelot (1838), y Francisco de Coelho y Portugal (1847), expanden el topónimo Maspalomas a toda la franja sur de Gran Canaria, con Webb y Berthelot incluso refiriéndose a "dos grandes charcas" en la desembocadura del barranco, lejos de la imagen singular que hoy asociamos.

Estos documentos, al ser analizados, sugieren que Maspalomas no era un punto geográfico delimitado como hoy, sino una extensa franja territorial que abarcaba desde el actual Castillo del Romeral hasta Arguineguín.

Más allá del Oasis: La Maspalomas de ganado y Conquista

Las crónicas más antiguas y escasas refuerzan esta visión de un territorio amplio y vital para la subsistencia. Maspalomas no era un oasis de dunas, sino una zona de ricos pastos donde abundaba el ganado salvaje, un recurso muy codiciado por los conquistadores. Antonio Cedeño, en su ‘Crónica’ (entre 1542 y 1545), relata cómo los conquistadores "se pasaba a ver los ganados monteçes que hayía muchos en términos de Maspaloma". Décadas después, Marín de Cubas (1687) describe cómo desde el Real de Las Palmas "corrían la costa hasta Maspalomas y Tirajana" en busca de ganado.

Estos relatos indican que, hasta al menos mediados del siglo XVI, Maspalomas era concebido como un extenso territorio ganadero en el sur de la isla, comprendido entre las salinas del Romeral y Arguineguín. Las "aguadas" a las que se referían los marinos y navegantes previos a la Conquista y al paso de Colón no se limitarían, por tanto, a la charca que hoy conocemos, sino a cualquiera de los múltiples puntos de acceso a agua dulce dispersos en esa vasta franja litoral.

La Sal y la Casa-Fuerte: El grito de un territorio aislado

Con el paso de los siglos, la actividad económica en la Maspalomas "histórica" se centró en las salinas del Romeral, vitales para abastecer a la creciente actividad pesquera del banco canario-sahariano. La sal, oro blanco de la época, no solo atrajo comercio, sino también a los piratas. Esta amenaza llevó a Antonio Lorenzo de Bethencourt a obtener permiso real en 1667 para erigir la Casa-Fuerte de Santa Cruz del Romeral. El plano de Antonio Riviere (1742) la cita explícitamente como "Casafuerte de Santa Cruz del Romeral en la costa de Maspaloma...", confirmando que la fortaleza protegía la industria salinera ubicada en lo que entonces se consideraba parte de Maspalomas.

Este fortín era esencial, ya que, hasta el siglo XIX, el sur de Gran Canaria permanecía prácticamente aislado. La única vía terrestre significativa partía de Las Palmas y terminaba en Agüimes, desde donde el comercio y transporte de la sal se realizaba por mar a otros puntos costeros. Así, la Maspalomas que Colón visitó para reponerse en su épica travesía, fue más que un punto en un mapa: fue un vasto, salvaje y económicamente estratégico territorio del sur de Gran Canaria, cuya verdadera extensión y naturaleza han sido eclipsadas por el moderno paraíso turístico. Su historia, sin embargo, nos invita a mirar más allá de las dunas y a redescubrir un pasado de ganados, aguadas y sal, que forjó el carácter de una comarca legendaria.

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