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MASPALOMASEl dulce desafío del sur de Gran Canaria: Cómo el albaricoque reta al paso del tiempo

El dulce desafío del sur de Gran Canaria: Cómo el albaricoque reta al paso del tiempo

Y. V. Maspalomas24h Jueves, 03 de Julio de 2025

En el corazón del sur de la isla de Gran Canaria, en el municipio de San Bartolomé de Tirajana, se extiende un paisaje agrícola que, durante generaciones, ha rendido tributo a un fruto delicado y exquisito: el albaricoque de Tunte. Estas plantaciones, a menudo vastas extensiones entre 5.000 y 15.000 metros cuadrados, no solo son un motor económico, sino que definen una parte esencial de la identidad rural de la isla. Sin embargo, el futuro de esta tradición se enfrenta a una de las amenazas más apremiantes de nuestro tiempo: el cambio climático.

El albaricoquero, como muchos árboles frutales de hoja caduca, es un viajero del tiempo. Necesita un período de frío invernal para romper su dormancia y asegurar una floración y fructificación óptimas. Cada variedad tiene sus propios requisitos, que oscilan entre 300 y 900 "horas-frío". Las variedades tradicionales de Gran Canaria, como la apreciada Currot (o Mayero), Canino, Sayeb y Rojo Tardío, requieren entre 400 y 750 horas.

Pero el clima canario está cambiando. Los inviernos cada vez más suaves se han convertido en un desafío directo para la supervivencia de estos cultivos. La campaña de 2010, tras un invierno anormalmente cálido, fue un sombrío presagio: la producción de albaricoques se desplomó en un dramático 95%. Los síntomas son claros para el ojo experto: yemas que se niegan a abrir a tiempo, brotación irregular y una productividad que se ve seriamente comprometida. Además, la temprana llegada de albaricoques peninsulares al mercado añade una capa más de presión económica sobre los productores locales, que ven cómo su ventana de venta se estrecha.

Ante este panorama, la ciencia y la colaboración han tomado las riendas. El Servicio de Extensión Agraria y Desarrollo Agropecuario y Pesquero del Cabildo de Gran Canaria, en un esfuerzo conjunto con el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, ha iniciado un ensayo pionero de nuevas variedades de albaricoquero. El objetivo es claro: encontrar cultivares que demanden pocas horas de frío y que, además, ofrezcan una maduración más temprana, permitiendo a los agricultores de Tunte sortear la competencia y adaptarse al nuevo ciclo climático.

Desde 2012, una parcela de 1.500 metros cuadrados en el pintoresco paraje de Manzanilla se ha convertido en un laboratorio al aire libre. Allí, dentro del programa de Fincas Colaboradas del Cabildo, se cultivan y observan variedades prometedoras como Flopria, Colorado, Madison, Mambo y Mogador. Son lo que los expertos denominan variedades "low-chilling", diseñadas para prosperar con menos frío. Sus características son ideales para el mercado actual: fruta firme, con colores intensos que van del rojo al naranja, buen calibre, excelente sabor y una robusta resistencia a la manipulación.

Los primeros frutos de este ensayo ya están dando sus pistas. La plantación, iniciada en febrero de 2012, con un estratégico diseño que asegura la polinización (especialmente de la variedad Mogador), mostró sus primeras cosechas en mayo de 2014. Y entre ellas, una variedad destaca por encima del resto: Mogador. Sus albaricoques, de buen calibre y un intenso color naranja con toques rojizos, maduraron incluso antes que la tradicional Currot, la variedad más temprana hasta ahora. Flopria, por su parte, demostró ser la más tardía del grupo experimental, madurando a principios de junio.

Aunque los datos iniciales de Mogador son prometedores —maduración temprana y buena producción—, los investigadores, como C. Brito Alayón de la A.E.A. Arinaga y J. C. Gómez Aranda del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, son cautelosos. Saben que la resiliencia agrícola es una carrera de fondo. Es necesario esperar al menos un par de años más, hasta que los árboles superen su período de formación y alcancen su plena producción, para obtener conclusiones definitivas. Mientras tanto, en las laderas soleadas de San Bartolomé de Tirajana, el albaricoquero canario no solo lucha por sobrevivir; se transforma. En este ensayo se siembra la esperanza de que la innovación y la adaptación permitan a esta dulce tradición superar los desafíos de un clima cambiante, asegurando que el sabor del verano canario siga deleitando a las futuras generaciones.

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