En un movimiento quirúrgico y con olor a golpe maestro, el Grupo Lopesan ha presentado ante el Juzgado de lo Mercantil número 1 de Las Palmas una oferta vinculante de adquisición de la unidad productiva interempresarial que hasta ahora conformaban Hoteles Santana Cazorla (HSC) y Mar Abierto SL, según adelantó este fin de semana Canarias 7. Maspalomas24H no ha podido confirmar si en esa batería de suelo se incluye el suelo de Aguas de Agaete en San Cristóbal en Las Palmas donde en su día de previó un puerto deportivo.
El montante de la operación asciende a 88,5 millones de euros, una cifra que en el tablero turístico del sur de Gran Canaria retumba como la señal de que el imperio hotelero de los Santana Cazorla —uno de los grupos empresariales más polémicos, fragmentados y judicializados del archipiélago— está a punto de pasar de manos.
La oferta, ya en manos de las administraciones concursales de ambas compañías —C&O Consultores y Auditores en el caso de HSC y Lener Administradores para Mar Abierto— llega en plena fase de liquidación, y tras una cascada de autos judiciales que han ido desmoronando la estructura de un conglomerado familiar donde los pleitos societarios han dinamitado la continuidad operativa.
El Grupo Lopesan, viejo zorro del sector, no se amilana ante la incertidumbre jurídica que aún flota sobre dos de las joyas de la corona: los hoteles Lago Taurito y Valle Taurito, ambos bajo medida cautelar de “prohibición de disponer”. Lejos de huir, la compañía que preside Eustasio López asume ese riesgo como parte del juego y lanza su órdago: si hay que esperar a que el incidente concursal se resuelva, se espera. Pero la explotación de los activos debe quedar atada ya.
Compra estratégica y geometría legal
El desglose es claro: 55,4 millones por Mar Abierto y 31,1 millones por Hoteles Santana Cazorla. La operación, sin embargo, trasciende los números. Se trata de una reordenación del mapa turístico de Taurito —un enclave con potencial, castigado por años de incertidumbre judicial, gestión errática y bloqueo inversor— que puede redibujar el sur de la isla y consolidar a Lopesan como el único actor con masa crítica suficiente para ordenar el caos heredado. Grupo Martinón perdería la gestión de los hoteles que operan como Livvo en esa zona.
Entre los activos incluidos figuran los hoteles Valle Taurito, Costa Taurito, Lago Taurito (Fase 1 y apartamentos), así como locales comerciales en los hoteles y en el centro comercial Áncora. También se incluyen una nave industrial, suelo urbanizable, los polémicos terrenos de Meloneras 2B y el Lomo de Maspalomas, todos bajo la nebulosa de los procedimientos concursales.
Lopesan también recoge con la operación a la totalidad de los trabajadores de ambas concursadas, estimando un coste laboral inicial de un millón de euros. Se cumple así con el espíritu de la Ley Concursal, que prima la continuidad de las unidades productivas viables frente a su liquidación troceada.
Un imperio en ruinas… y en disputa
Que Lopesan haya decidido presentar esta oferta firme, irrevocable y jurídicamente blindada no es casual. Desde que Hermanos Santana Cazorla fue declarado en concurso necesario en marzo de 2021, y Mar Abierto en octubre del mismo año, el destino de su patrimonio hotelero ha sido un sainete judicial. Entre querellas cruzadas, denuncias por apropiaciones de activos como el famoso barco de Anfi del Mar y acusaciones de vaciamiento patrimonial, el nombre Santana Cazorla ha pasado de ser sinónimo de expansión a ejemplo de decadencia empresarial en Gran Canaria.
El perímetro de la oferta también incluye "los derechos actuales o futuros que pudiera detentar la concursada", una fórmula elástica que anticipa posibles litigios en los que Lopesan prefiere tener posición compradora consolidada. La referencia expresa a los servicios centrales y su adscripción a Mar Abierto es otro mensaje cifrado a los actores del tablero: esta operación no solo es inmobiliaria, es también organizativa y funcional. Un reseteo integral.
El sur se redefine
En el fondo, esta es la historia de una hegemonía que cambia de manos. Lopesan no solo compra hoteles: compra historia, conflictos no resueltos, promesas rotas, trabajadores desmotivados y un legado que durante décadas ocupó portadas más por sus litigios que por sus logros.
En el convulso tablero turístico postpandemia, con la competencia apretando y la digitalización alterando el modelo tradicional, la operación no es solo una puja por activos: es un mensaje al sector. Lopesan, que en los últimos años se ha expandido con solvencia fuera del archipiélago (Alemania, República Dominicana), quiere también consolidar su dominio interno. Y lo hace con la estrategia fría de quien conoce el terreno: esperar el desgaste, medir el momento, y presentar la oferta cuando el adversario ya no tiene margen.
Desde las alturas de Meloneras, la vista es ahora más clara. El sur se recompone. Y en la batalla por el poder turístico de Gran Canaria, Lopesan vuelve a mover pieza con precisión quirúrgica.
Una jugada de ajedrez. A gran escala. Con aroma a jaque mate.