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TURISMOEl sueño noruego que brotó del Atlántico: 100 años de Bjørn Lyng y Anfi del Mar

El sueño noruego que brotó del Atlántico: 100 años de Bjørn Lyng y Anfi del Mar

G. H. Maspalomas24h Miércoles, 09 de Julio de 2025

A finales de los años 80, la quietud del Atlántico en la costa sur de Gran Canaria fue testigo de una visión. Un noruego, Bjørn Lyng, alzaba la vista desde su bote. Una montaña en Arguineguín. Para muchos, solo roca y tierra. Para Lyng, la semilla de algo más grande. Allí, en esas aguas tranquilas, nació la idea de lo que hoy es Anfi del Mar: uno de los complejos de tiempo compartido más importantes de Europa. Han cambiado las cosas: Anfi del Mar ahora está en manos de Lopesan.

Este año, 2025, Grupo Anfi celebra un centenario. El del nacimiento de su fundador. Un visionario que no solo construyó un lugar. Creó un concepto. Bienestar. Hospitalidad. Un concepto que ha durado décadas. Lyng no era un empresario cualquiera. Donde otros veían tierra sin explotar, él imaginaba hogares temporales. Miles de familias europeas. Sonrisas bajo el sol. Recuerdos frente al mar.

Para recordar su legado, Anfi ha puesto en marcha un calendario de actividades para todo el año. Destaca un sorteo de semanas de alojamiento, un gesto que honra el espíritu generoso de Lyng. Él quería compartir la belleza de Gran Canaria con el mundo. También han abierto un recorrido visual. Imágenes históricas en paredes y pantallas. Para que socios y visitantes conozcan al hombre que cambió el litoral canario.

El acto central tuvo lugar junto al busto de Lyng, en la icónica isla corazón de Anfi del Mar. Allí, los veteranos del grupo, algunos que compartieron palabra con él, y los nuevos trabajadores, rindieron homenaje. Una ofrenda floral. Un símbolo de lo que une a las generaciones. “El señor Lyng no sólo construyó un complejo, creó una filosofía de vida basada en el bienestar, el compromiso y la excelencia”, dijo Manuel Lledó, uno de los trabajadores más antiguos.

Hoy, 100 años después de su nacimiento, la visión de Bjørn Lyng sigue viva. Cinco unidades turísticas. Cerca de mil familias empleadas. Más de 33.000 socios repartidos por Europa. Todo empezó con una caña de pescar. Un horizonte sin nubes. Y la fe inquebrantable de que un lugar podía ser extraordinario.

Desde ese bote de pesca, hasta el corazón de uno de los destinos turísticos más emblemáticos del continente, la historia de Anfi es la historia de un sueño que se atrevió a flotar más allá del mar.

Bjørn Lyng: El Arquitecto de un Paraíso Compartido

Bjørn Lyng era un hombre que no se conformaba con lo que veía. Su visión trascendía el simple ladrillo y el cemento. Se decía que tenía una capacidad innata para ver el futuro en un terreno baldío. Antes de Anfi, Lyng ya había dejado su marca en Noruega con innovaciones en la industria del plástico y la electrónica. Pero fue en Gran Canaria donde encontró el lienzo para su obra maestra turística.

Su enfoque era radical para la época. No se trataba solo de construir apartamentos; se trataba de crear una comunidad. Lyng entendió que la gente no solo quería un lugar donde dormir, sino un hogar lejos de casa, con todos los servicios y comodidades que eso implicaba. Invirtió en infraestructuras que otros consideraban excesivas: una playa artificial de arena blanca importada del Caribe, un puerto deportivo propio, jardines exuberantes y una atención al detalle en el servicio al cliente que se convirtió en el sello de Anfi.

Era un hombre que creía en el largo plazo. La idea del tiempo compartido, aunque ya existía, fue elevada por Lyng a un nuevo nivel de calidad y confianza. Los socios no compraban una semana de vacaciones; compraban un estilo de vida, una promesa de sol garantizado y un servicio impecable año tras año. Esta filosofía de compromiso y excelencia, que Manuel Lledó destacaba, era el motor de Lyng. Él no solo delegaba; se involucraba en cada aspecto, desde el diseño de los apartamentos hasta la selección de las plantas de los jardines.

Bjørn Lyng también fue un adelantado en la comprensión del valor del cliente recurrente. Sabía que un socio satisfecho no solo regresaría, sino que se convertiría en el mejor embajador de Anfi. Fomentó un ambiente familiar, donde muchos de los empleados actuales son hijos o nietos de aquellos que trabajaron con él desde el principio. Esta lealtad mutua, entre el fundador, sus empleados y sus socios, fue la verdadera base de su éxito. Su legado no es solo un conjunto de edificios, sino una forma de entender la hospitalidad que sigue atrayendo a miles de familias año tras año.

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