Pocas veces se puede ver en la Universidad de Verano de Maspalomas gente que manda mucho pero no aparenta. Fue Sánchez Ruano quien puso la piedra angular. El economista, exresponsable de la Oficina del Gobierno de Canarias en Bruselas, alzó la voz en el Centro Cultural de Maspalomas. En un encuentro convocado por la Asociación Democracia Canarias XXI, bajo un sol de 30 grados y el título 'Europa: un espacio de democracia y libertad', sus palabras resonaron con la fuerza de una consigna.
"La Unión Europea debería abogar por la libertad de ideas y de conocimiento", dijo Sánchez Ruano. Una afirmación simple. Pero urgente. En una Europa que se revuelve, donde los discursos se endurecen y la desinformación disuelve la verdad, esa frase flotó en el aire como un mandato necesario. Las libertades se erosionan, las fuerzas iliberales ganan terreno y la juventud se desapega. Europa duda de sí misma. La mañana trajo un debate técnico. Eduardo González de Molina y Maribel Monzón moderaron. Junto a Sánchez Ruano, el eurodiputado insular Juan Fernando López Aguilar y el canario Luis Fernando Pérez López, director de Internacional de los Servicios Informativos de RTVE, desgranaron los cimientos democráticos del proyecto europeo. Y los vientos que amenazan con derribarlos.
López Aguilar defendió la postura. "Europa sigue siendo un faro de esperanza en derechos humanos y libertades civiles", afirmó con vehemencia. Pero añadió una verdad incómoda: el Parlamento Europeo, dijo, se usa "cada vez más como herramienta para hacer política contra España". Hacía referencia al reciente bloque del PP europeo con tres partidos de ultraderecha, una coalición que ya suma el 60% de los escaños en la Eurocámara. El poder cambia de manos. Pérez López alertó sobre la desinformación digital. Un papel corrosivo. Causa directa, argumentó, de la crisis democrática. Los ponentes asintieron. “La falsa información, disfrazada de noticia, está desdibujando los márgenes de la realidad,” advirtió. La línea entre lo real y lo fabricado se volvía borrosa.
Para Sánchez Ruano, el riesgo mayor no era el ruido. Sino el silencio. La autocensura. El miedo a pensar fuera del consenso. Europa, insistió, debía proteger la libertad de expresión no solo en los medios. Sino en la libre circulación de ideas, saberes y conocimiento crítico. Lo consideró esencial para sostener cualquier democracia duradera. Sus palabras no solo iban para los expertos. También para las aulas medio vacías. “Es llamativo,” se lamentó alguien desde la sala, “la poca participación de jóvenes en estos eventos.”
Pero la tarde corrigió el vacío. La segunda sesión. “Europa desde la mirada joven”. Carmen Celaya Martín, Diego Ramón Ruiz Barrios y Ainhoa Dávila Pérez tomaron la palabra. La conversación fue más directa. Más incisiva. Todos lo sabían: sin jóvenes, no hay democracia que dure. “Este evento debe servir para que los jóvenes entiendan su papel y se expresen. La democracia no se hereda: se construye cada día,” dijo Dávila. No era un regalo. Era un trabajo. Celaya y Ruiz Barrios propusieron redes sociales europeas. Con códigos democráticos. Para frenar la manipulación masiva. Sin cortar la libertad. “Las redes que no los respeten, no deberían poder operar en Europa,” subrayaron. Una frontera clara.
La jornada terminó sin brindis. Ni declaraciones. Solo una sensación compartida: la democracia europea es hoy más frágil. Su defensa exige algo más que discursos. Exige lucidez. Participación. Y, sobre todo, valor. El valor de pensar distinto. Sánchez Ruano lo había destilado al principio, con su habitual elegancia: “La libertad es más que votar. Es la posibilidad de imaginar otro mundo, y decirlo en voz alta". En Maspalomas, bajo el sol del Atlántico, esa verdad simple se escuchó con claridad.
