El sur de Gran Canaria sigue siendo ese rincón de Europa donde el cemento nunca duerme y el euro nunca descansa. En este verano de 2025, con temperaturas que rondan los 28ºC y noches en las que los inversores duermen tranquilos, el mercado inmobiliario vuelve a ofrecer cifras que marean. Una subida media del 6% interanual en los precios de compraventa. Y no, no hay burbuja, dicen. Solo demanda sostenida y oferta limitada. El cuento de siempre.
Comencemos por lo alto del mapa del oro inmobiliario: Meloneras. El metro cuadrado en primera línea de mar se está pagando entre 6.000 y 7.000 euros, aunque en operaciones discretas se ha llegado a ver algún 7.500, siempre con vistas al mar, al campo de golf y al vecino nórdico recién jubilado. La media en esta zona ronda los 4.800 a 5.500 euros/m². Justo al lado, en Pasito Blanco, el precio medio oscila entre 5.000 y 6.000 euros/m², con algunas viviendas de lujo que superan los 6.800 euros/m² si incluyen atraque privado.
Más al oeste, Tauro, el enclave de las oportunidades de segunda oleada, ve cómo sus villas con vistas al campo de golf se disparan: de 3.800 a 5.500 euros/m², dependiendo del estado del inmueble y si se puede o no explotar en alquiler turístico. No faltan italianos ni noruegos. Y los españoles, si llegan, es para firmar rápido.
En Puerto Rico, donde el turismo masivo dejó huella pero también plusvalías, se manejan precios entre 2.800 y 4.000 euros/m², especialmente en complejos renovados. Los rendimientos por alquiler vacacional aquí pueden alcanzar el 8% bruto anual, según cifras no oficiales de agencias con poca publicidad y muchas reservas.
Arguineguín y Patalavaca consolidan su rol de feudo noruego. Los precios se mueven entre 3.500 y 5.000 euros/m², con preferencia por plantas bajas con terrazas y acceso sin escaleras. ¿Una inversión segura? Solo si se compra a tiempo: en los últimos 24 meses, los precios han subido más de un 10% acumulado.
En Puerto de Mogán, joya de la corona turística, los precios se sitúan entre 4.500 y 6.500 euros/m², con picos de 7.000 euros si el inmueble está dentro del puerto deportivo o en la zona peatonal. Aquí, un apartamento de 60 m² puede costar más de 360.000 euros, y se alquila a razón de 120 a 160 euros por noche en temporada alta, lo que permite a muchos recuperar su inversión en menos de 10 años.
Pero donde se está librando la verdadera batalla es en Playa del Inglés. El barrio turístico más icónico del sur intenta reinventarse. El precio medio general ha subido hasta los 2.500 – 3.300 euros/m², pero en complejos reformados o bien gestionados se alcanzan los 4.200 euros/m². El comprador tipo aquí busca reformar y revender o alquilar por semanas a razón de 80 a 120 euros la noche. Y lo logra.
Las zonas residenciales como San Fernando y El Tablero, tradicionalmente más asequibles, ya no lo son tanto. El metro cuadrado se mueve entre 1.700 y 2.300 euros/m², con subidas moderadas pero constantes. Aquí invierten quienes buscan alquileres de larga duración, a razón de 700 a 900 euros mensuales por un piso estándar de 2 habitaciones, con una rentabilidad neta que ronda el 4,5% anual, sin sobresaltos.
El problema, claro, es el de siempre: falta de suelo urbano. La costa está saturada, los planes de modernización —el famoso PMM de San Bartolomé de Tirajana— se aplican con cuentagotas, y los ayuntamientos no sueltan suelo con agilidad. Resultado: escasez de oferta y precios que no dejan de subir.
Mientras tanto, el alquiler vacacional sigue siendo la mina de oro oculta. Un apartamento turístico con licencia puede aumentar su valor hasta un 30% más frente a uno similar sin licencia. Pero el marco legal es ambiguo. Algunas comunidades prohíben el uso vacacional. El Gobierno de Canarias habla de restricciones. Y mientras tanto, el negocio sigue: una propiedad de 300.000 euros puede facturar más de 25.000 al año en Airbnb, con una gestión profesional.
La inversión extranjera domina el mercado: más del 65% de las operaciones en el sur son realizadas por no residentes. En Arguineguín, este porcentaje sube al 75%. Pagan al contado. No negocian. Firman en notaría y vuelan de vuelta a Hamburgo o Helsinki.
El sur de Gran Canaria sigue siendo un activo financiero con forma de playa, donde el sol es estable, el mar no pasa de moda y el ladrillo, aunque envejezca, siempre encuentra quien lo quiera. Aquí no se compran casas. Se compran certezas. Con rentabilidad, plusvalía y vistas al Atlántico.