Se supone que dimite antes de 2026 porque el Gobierno canario no tiene margen presupuestario para indemnizar a Lopesan tras la moratoria de 2000. Un  viceconsejero ha hecho saltar por los aires el acuerdo no firmado entre las partes.

En esta tierra volcánica de promotores con gomina y alcaldes con más papeles que credenciales, hay veces en que la historia gira por un detalle. O por un nombre. Antonio Llorens, licenciado en filosofía, maestro en encuestas y viceconsejero de Administraciones Públicas y Transparencia del Gobierno de Canarias, ha sacado el estoque de Platón para poner en jaque al mayor imperio turístico del sur grancanario: Lopesan.

Desde su despacho en Tenerife —porque ya se sabe que en esta guerra chichas contra canariones todo tiene trinchera—, Llorens ha decidido tirar de Código Civil y de sentencia firme para frenar el sueño urbanístico de Meloneras 2A, el enésimo plan parcial donde el ladrillo quiere pastorear dunas como si fueran parcelas de Monopoly.

¿El problema? Una maldita parcela. 54.070 metros cuadrados de tierra que el TSJC sentenció como rústica hace más de una década, cuando aún coleaba la moratoria turística y los hoteles se hacían a dentelladas. Lopesan, que perdió aquel pleito, ahora la quiere meter de nuevo en el tablero urbanístico, disfrazada de progreso y plan estratégico. Pero Llorens, el filósofo que cita a Habermas entre informes técnicos, dice "no". Y lo dice con la ley en la mano.

“Hay que ejecutar la sentencia”, rezan los papeles firmados desde Presidencia, como si eso bastara para frenar las excavadoras del sur. El Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, con más ganas de plan que de prudencia jurídica, ya lo había aprobado todo en mayo. Pero Llorens les da un mes para recular. Si no, guerra en los juzgados.

Y es que este filósofo de despacho ha tocado hueso: ha dejado en el aire una inversión de más de 700 millones de euros, con cinco hoteles de lujo, zonas verdes, viales y toda la liturgia del desarrollo turístico de catálogo. Pero al parecer, una verdad judicial pesa más que todo el cemento del sur.

Desde el Ayuntamiento dicen que están tranquilos. Que hay un acuerdo a punto de firmarse. Que todo se resolverá. Pero ni Llorens ni su Viceconsejería dan fe de ese pacto fantasma. Lo que hay es un requerimiento firme, una sentencia pendiente de ejecución y un plan urbanístico al borde del abismo.

En esta guerra insular disfrazada de legalismo, un filósofo con despacho en Tenerife ha puesto contra las cuerdas a Lopesan, símbolo y músculo del turismo en Canarias. Y lo ha hecho sin excavadora ni hormigón. Solo con la palabra, la ley y una sentencia que espera, paciente, a ser cumplida.

Quizá en Maspalomas haya dunas, hoteles y campos de golf. Pero ahora también hay un problema metafísico: ¿qué pesa más, el desarrollo o la justicia? Antonio Llorens cree tener la respuesta. Y no necesita traje de lino para defenderla.