En el supermercado de una avenida turística de Maspalomas, una turista alemana elige una caja de galletas Cadbury Chocolate Fingers. Junto a ella, una pareja local mete en la cesta ambrosías Tirma y un par de Clipper de fresa. En la misma tienda, por productos similares, están pagando precios muy distintos. No por el marketing, ni por la marca. Sino por el AIEM: un impuesto invisible pero omnipresente que marca qué comemos, qué podemos importar y cuánto pagamos por elegir diferente.
El AIEM (Arbitrio sobre Importaciones y Entregas de Mercancías) fue diseñado para proteger a la industria canaria, y en Maspalomas se nota… pero al revés. Aquí, en uno de los destinos turísticos más visitados de España, donde cada año llegan más de 2,8 millones de turistas, la variedad de productos importados es clave para hoteles, apartamentos, restaurantes y comercios. Pero el AIEM castiga esa variedad.
Ambrosía Tirma: 0,35 €. Galletas Cadbury: 3,20 €. ¿Por qué?
Una ambrosía Tirma, fabricada en Las Palmas, no paga AIEM ni DUA, entra directamente al supermercado. Precio final en Maspalomas: entre 0,30 y 0,35 €.
Una caja de Cadbury Chocolate Fingers importada del Reino Unido o de la Península, en cambio, soporta un AIEM del 15% sobre su valor en aduana, más un 7% de IGIC, gastos de despacho y transporte interinsular. En tiendas de Playa del Inglés o San Fernando se vende entre 2,90 y 3,50 € por unidad. En algunos minimarkets turísticos, incluso más.
Para un turista alemán o nórdico, acostumbrado a ver estos productos por 1,50 € en origen, el golpe es doble: más caro y menos variedad. Para el residente local, se trata de una penalización constante por no comprar lo que se fabrica aquí.
Clipper de fresa: barato para todos, pero ¿y la kombucha?
Algo similar ocurre con las bebidas. Una lata de Clipper de fresa —producción local por Ahembo— cuesta 0,65-0,75 € en casi cualquier tienda de Maspalomas. No paga AIEM. Pero si un hotel, supermercado gourmet o cafetería de Meloneras quiere ofrecer un refresco saludable tipo kombucha o soda ecológica, el AIEM del 20% hace que cada botella llegue con un recargo que duplica su precio en comparación con Península o Europa.
Por eso, muchos establecimientos optan por no traer estos productos. Resultado: el visitante encuentra menos opciones, y el consumidor local, menos libertad.
Impacto directo en turismo y pequeño comercio
En una economía tan dependiente del turismo como la del sur de Gran Canaria, este sistema fiscal genera una paradoja insular. Los hoteles de Maspalomas, que quieren ofrecer variedad a clientes internacionales, deben pagar más por importar marcas de bollería, cereales, yogures o snacks que sus huéspedes conocen. Muchos optan por no traerlos.
Los pequeños comercios —minimarkets, tiendas de souvenirs, cafeterías independientes— también lo sufren. Cada producto importado fuera del “catálogo protegido” del AIEM debe pasar por aduanas, con un DUA (declaración aduanera) que puede costar de 20 a 30 euros por lote, más el AIEM correspondiente. El resultado es una distorsión de precios: no ganan más vendiendo productos extranjeros, pero sí pagan más.
Maspalomas paga, aunque no lo sepa
Según datos de la Agencia Tributaria Canaria, en 2023 el AIEM recaudó más de 183 millones de euros. Gran parte del consumo afectado por el impuesto se produce en zonas como Maspalomas y Playa del Inglés, donde el turismo exige variedad, y la importación es clave. Pero ni el visitante ni el comerciante saben que están financiando un sistema que, aunque protege fábricas en el norte de Gran Canaria, desequilibra la oferta en el sur.
En un municipio como San Bartolomé de Tirajana, donde casi todo llega desde fuera —desde el yogur al champú—, el AIEM no se nota en el ticket, pero sí en la estantería. Hay menos marcas, menos opciones, y precios artificialmente inflados por una norma pensada para otra realidad.
¿Y si quiero elegir diferente? También pago por eso
El mensaje es claro: si compras ambrosías, todo va sobre ruedas. Pero si en Maspalomas quieres comprar galletas sin azúcar, bebidas ecológicas, cereales europeos o cualquier producto "foráneo", el sistema te penaliza.
Una revisión del AIEM con enfoque territorial sería urgente. Porque proteger la industria está bien, pero castigar al sur turístico, al comercio y al visitante internacional por consumir lo que conoce o necesita, es un lujo que Maspalomas no debería seguir pagando.