El sol pega duro en Arinaga. La tierra es seca. La línea de costa no tiembla. Pero bajo el agua, a metros de profundidad, un cable conectará una isla continente con otro. Sin que nadie lo vea. Agüimes con Marruecos vía Fuerteventura. Y todos tan contentos. El promotor es Islalink y este 2025 comienzan las operaciones logísticas para culminar en 2026.

Tiran un cable desde Gran Canaria. Va a Fuerteventura. Luego a Marruecos. Es un trazo simple sobre el mapa, como una línea dibujada con tiza por alguien cansado. Pero esa línea lleva luz. Y datos. Y secretos.

No tiene nombre aún, o no uno que la gente diga en voz alta. Los técnicos le llaman “la línea nueva”. Dicen que reducirá la latencia, que hará la red más fuerte. Palabras grandes. Pero lo cierto es que alguien la pensó, alguien la pagará, y alguien, muy al norte o muy al sur, espera su señal.

Desde el muelle industrial, los hombres miran el mar como se mira un animal viejo que nunca se termina de conocer. Tirarán cable como quien tira sedal. Silenciosos. Con paciencia.

Gran Tarajal será el siguiente punto. Luego Tarfaya, quizá. O más al sur, en Cabo Bojador. En Marruecos ya están esperando. Nadie dice quién. Ni para qué. Solo que hay prisa. Como si el tiempo pudiera romperse por no llegar a tiempo.

Los pescadores de Arinaga lo saben. “Algo van a poner ahí fuera”, dicen. Lo dicen bajito. Como si fuera pecado nombrarlo.

Hay algo heroico y triste en tender un cable bajo el mar. No hay aplausos. No hay discursos. Solo un barco, una bobina, hombres en mono azul y un océano callado.

Y sin embargo, con cada metro de cable que avanza, el mundo se encoge. Canarias ya no es tan isla. Marruecos ya no es tan lejos. Y los hombres, por una vez, logran unir lo que el mar había separado. Es solo un cable. Pero eso basta.