Un día de julio de 2025 cualquiera, entre el bochorno y el vaivén de las tumbonas, se celebró lo que algunos llamarían una "jornada histórica". Se presentó, con el boato habitual de estos saraos, la tal Guía de Experiencias LGBTI Turismo España spainlgbti. Lo llaman "compromiso institucional" y "visión de futuro", pero los empresarios locales del centro comercial Yumbo dicen que les suena a la consabida pátina de "inclusividad" para no perder comba en el negocio.
Aquel día, el primer teniente de alcalde de San Bartolomé de Tirajana, Alejandro Marichal, soltó la frase de rigor: “La comunidad LGBTI eligió Maspalomas. Y eso no es casualidad”. Frase tan manida como la bandera que ondea sobre el ayuntamiento en ciertas fechas. No, no es casualidad. Es el resultado de décadas de una particular oferta, de un nicho de mercado que Maspalomas supo explotar cuando otros miraban para otro lado. Y ahora, claro, toca ponerle el sello de "oficialidad" y "compromiso" para que la rueda siga girando.
El escenario lo compartía con la nueva casta del "turismo diverso": Edgar W., consejero delegado de Queer Destinations, y un Alejandro Villalobos, que vino a contar las bondades de la nueva plataforma digital. ¿Transformación real? ¿Formación? ¿Innovación? Palabras huecas. Son los nuevos evangelistas de un sector que, ante todo, busca el rendimiento. Se habló de "orgullo compartido", sí, pero el orgullo, si no va acompañado de una reflexión profunda y autocrítica, se queda en simple consigna para la foto.
Informan, con cierto aire de proeza, que la Guía ya "está formando a más de 1.800 profesionales" y "conectando a más de 300 empresas con los valores de respeto, diversidad y derechos humanos". Maspalomas, dicen, "sigue marcando el camino hacia un turismo más justo, seguro y humano". Lo que Maspalomas ha marcado siempre es el camino hacia la rentabilidad turística, que no es lo mismo que la justicia o la humanidad, aunque a veces se vista con sus ropajes. Un síntoma de los tiempos que corren: todo, hasta el orgullo, es susceptible de ser mercantilizado. Y en eso, el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, como tantos otros, es un maestro.
