Ningún saharaui en la nueva dirección de NC. Un tapiz de viejas glorias, promesas de futuro y, por supuesto, la ineludible "renovación". Este domingo, Nueva Canarias (NC) celebró su sexto congreso nacional, y el telón se ha levantado para presentar a su nuevo secretario general, el diligente Luis Campos. Un tipo que asume el cargo con "fortaleza y responsabilidad", lo cual, para un político, es como decir que un pez nada en el agua. Normal.

Y mientras NC escenificaba esta danza de sillones y nuevos viejos cargos, una risa socarrona, y bastante ruidosa, se oía desde la distancia. La de la escisión llamada Prica, Primero Canarias, que, con sus propias manos y no sin cierta malicia, clama que el tiempo les ha dado la razón en su afán "renovador".

Podríamos ver a la formación original como esos padres que se resisten al cambio, atrincherados en sus viejas costumbres. Y Prica, la hija rebelde que, harta de la prohibición, de las normas asfixiantes, de que no la dejasen tatuarse la piel con nuevas ideas o propuestas audaces, un día decidió que ya era suficiente. Pegó el portazo. Pero lo más sorprendente de esta rebeldía no fue su propia marcha, sino que, para asombro y consternación de los que se quedaron en la casa matriz, se llevó consigo a todos los hermanos. O, al menos, a una parte sustancial de la prole política que también ansiaba algo más que redecorar el salón con los mismos muebles de siempre.

Prica, desde su nueva guarida, luce sus propios tatuajes, sus insignias de una renovación que, a diferencia de la de NC, no ha sido meramente nominal. Y desde ahí, se regodea, viendo cómo en la casa paterna los mismos nombres siguen al frente, con un cambio de silla, mientras ellos claman haber sido los verdaderos adalides del cambio. La paradoja de la política canaria en su esplendor: para que haya renovación, a veces no queda otra que la secesión.

Pero no se confundan con la palabreja "renovación". Aquí viene la primera pincelada de humor (o de surrealismo, según se mire). Resulta que el saliente Román Rodríguez, que llevaba dos décadas al volante del partido, anunció ayer mismo su salida de la dirección, junto a Carmelo Ramírez, otro peso pesado. Un "paso al lado", que se dice ahora, para dar cancha a las nuevas generaciones. Un gesto de "generosidad", en palabras de Campos.

Sin embargo, la generosidad de Román y Carmelo tiene matices. Porque Luis Campos, el flamante secretario, ha confesado a los periodistas que su "condición" para coger el timón era, precisamente, ¡contar con ellos dos! Vaya con la renovación. Así, Román Rodríguez pasa a ser el secretario general de Estrategia, Programa y Formación (un cargo que suena a guardián de las esencias, pero desde la retaguardia), y Carmelo Ramírez, el de Solidaridad Internacional (para que siga con lo suyo, pero con un título más exótico). Es el clásico "me voy para seguir estando, pero de otra manera". Como la sal del mojo picón, que está, pero no se ve el grano.

Campos, con una seriedad que casi da risa, ha defendido que "todo era posible en el congreso", ese ágora donde la militancia opina "sin imposiciones". ¡Faltaría más! Nos ha tranquilizado, además, asegurando que no ha sido un "congreso a la búlgara" (donde todo se aprueba por unanimidad soviética), porque "eso le hubiera preocupado". Un 90% a favor, oiga, que ya quisieran otros.

El nuevo líder de NC, Luis Campos, se ha envuelto en la capa de la épica, prometiendo "dar batalla" contra la extrema derecha y "resolver los verdaderos problemas de la gente". Lo de siempre, vamos. Para eso, eso sí, cuenta con un "equipazo de hombres y mujeres", entre los que destaca Carmen Hernández como número dos, la nueva vicesecretaria general nacional. La dama de hierro de los organigramas.

Y no nos olvidemos de los demás: Natalia Santana (Presidenta de los Órganos Nacionales, que es como ser el notario mayor del reino), José Correa (Territorio y Medio Ambiente, para que el paisaje no se les escape), y la gente de Organización e Infraestructuras. Una ejecutiva de 40 almas y un "tagoror nacional" de 80, porque, como bien ha subrayado Campos, NC "sigue más viva que nunca y con valores y futuro". ¡Que tiemble el mundo, que Nueva Canarias tiene equipo!

En este congreso, donde se han aprobado cuatro ponencias (política, estatutos, feminismo e igualdad, y juventud) y diecisiete resoluciones, la agenda se ha marcado con las "prioridades de siempre": la tierra, la solidaridad, la paz, la justicia y los servicios sociales. Es decir, todo lo que suena bien en un mitin.

Y por si alguien dudaba de su existencia, Campos ha proclamado que NC "no ha desaparecido", a pesar de los "mensajes en ese sentido". Esos mensajes, sin duda, vienen de los alcaldes independientes que les abandonaron para formar su propio chiringuito (esa "hija rebelde"). Pero Luis Campos ya les ha lanzado un guante: irán a por ellos, constituyendo comités locales hasta en el último rincón, porque son una "organización de ocho islas y de 88 municipios". Una ambición que no decae, pese a las fugas.

De cara a las próximas elecciones, "hay tiempo de sobra si se ponen a la tarea", ha asegurado Campos. Y sí, buscarán acuerdos con la "izquierda canaria", en la línea de lo hecho con "Ahora Guía", pero ojo, ¡con autonomía! Nada de diluirse. Es la "actualización de ideas sin renunciar a las esenciales". Un equilibrio digno de funambulista.

Así que, bajo el manto de la "renovación", NC parece apostar por el viejo adagio de que, a veces, para avanzar, hay que asegurarse de que los que te empujaban desde atrás sigan estando en la dirección, aunque sea con un nuevo título y un "gesto de generosidad". La política canaria, señores, en su estado más puro: un drama familiar con tintes de comedia, donde la verdadera cuestión es quién lleva los tatuajes que importan, o quién simplemente se pinta la piel para la foto.