En Valsequillo ya no suena el timbre de entrada. Suena el silencio de las sillas vacías. La política se pudre cuando los contables se largan y los policías se disfrazan de secretarios municipales. Esa es la estampa de un Ayuntamiento al borde del abismo, gobernado por una vieja guardia que se resiste a soltar el bastón. Pero los días están contados. ¿Y esto que tiene que ver con Maspalomas? Que Valsequillo forma parte de la Mancomunidad de Medianías y esto puede paralizar los convenios para agilizar contrataciones de San Bartolomé de Tirajana a través de esta vía.

Francisco Atta, el barón local de PRICA, salida de Nueva Canarias con su partido Asva, ha perdido la mayoría. Y lo sabe. Esta semana se ha firmado la moción de censura que prepara su entierro político. Nueva Canarias, con la oposición de su lado, afila el cuchillo del cambio: recuperación del municipio, limpieza de cuentas y saneamiento real, no de boquilla.

Porque las cuentas no cuadran. Y los que podían cuadrarlas —interventor, secretario, tesorero— ya no están. Han salido por patas, uno detrás del otro, en menos de un mes. Demasiado humo, demasiada presión, demasiadas facturas guardadas en el fondo de los cajones como si el polvo fiscal lo borrara todo.

Un informe —el 798/2025— destapó la caja de Pandora: 1,5 millones en impagos a proveedores desde 2020. Deudas que el alcalde negaba con tono de seminarista. Que si no hay nada en los cajones, que si todo está pagado, que si Valsequillo camina con paso firme. Mentira tras mentira. Las facturas estaban ahí, esperando ser cobradas. Como los clubes deportivos del municipio, que llevan dos años sin ver un euro de sus subvenciones. Sin presupuesto en 2024. Y 2025… ya ni lo nombran.

¿Cómo se gestiona un municipio sin interventor ni secretario? Fácil: se tira de policía local. Dos agentes, de los cuatro disponibles, han sido colocados al frente de la maquinaria jurídica y contable. Valsequillo es ahora mismo un cuerpo sin cabeza y con los brazos atados. Y por si fuera poco, sin policías suficientes para controlar una fiesta. Ni para proteger una calle.

Desde la oposición, el mensaje es claro: esto no es una anécdota, es el reflejo de un gobierno que ha confundido la administración con un cortijo. El alcalde responsabilizó públicamente al interventor de retrasos administrativos, como si cumplir la ley fuera una falta. Pero no hay dignidad que aguante tanta presión. Y al final, el técnico se fue, dejando tras de sí una verdad incómoda: aquí nadie controla nada.

Ahora, la moción de censura está sobre la mesa. Y Nueva Canarias ya se ha puesto el mono de faena. Saben que no será fácil limpiar un pozo ciego, pero alguien tiene que empezar. Porque Valsequillo se merece otra cosa. Porque este municipio no puede ser rehén de los que no saben, no pueden o no quieren gobernar. La pregunta ya no es si habrá cambio. Es cuándo dejará de oler a podrido en este ayuntamiento.