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TURISMOLos impuestos al turismo en Alemania: La nube negra que amenaza las Dunas de Maspalomas

Los impuestos al turismo en Alemania: La nube negra que amenaza las Dunas de Maspalomas

Yurena Vega - M24h Viernes, 01 de Agosto de 2025

El clamor viene de una oficina en Hannover, pero su eco retumba con la fuerza de un ciclón en la costa de Maspalomas. Sebastian Ebel, el director general de TUI, la gigantesca turoperadora alemana, ha alzado la voz, y su grito de alarma no es un lamento corporativo, sino una advertencia que deberíamos escuchar con la atención de quien ve llegar una tormenta perfecta. Según él, el gobierno de Berlín está convirtiendo las vacaciones en un lujo, las está "inflando artificialmente" a golpe de tasa, de impuesto y de una regulación que, en su retorcido camino, amenaza con dejar un rastro de hambruna en los paraísos de sol como este nuestro.

Ebel no se anda con medias tintas. Señala con el dedo a un Gobierno alemán que, por un lado, se llena la boca de promesas de recuperación económica y, por otro, impone una fiscalidad de combate que ahoga al turista en su propia casa. "¡Alemania tiene las tasas e impuestos más altos para los vuelos!", exclama, y uno puede casi escuchar el eco del martillo golpeando una mesa en algún despacho oficial. Es la contradicción de una política económica miope: habla de prosperidad, pero encarece la única fuga a la prosperidad que tienen millones de alemanes, el viaje a la playa.

El "fondo de seguridad" que el Gobierno federal ha creado para proteger a los consumidores se ha convertido, según el jefe de TUI, en un monstruo burocrático, "desmesurado" y "sobredimensionado", que le saca el dinero del bolsillo a los turistas. Un gravamen que se justifica como una salvaguarda, pero que en la práctica es un impuesto camuflado que eleva el precio del paquete vacacional. O sea, que el Gobierno alemán te protege... sacándote la pasta. Es el sarcasmo perfecto.

Y aquí, en Maspalomas, somos el receptor final de esta lógica invertida. Este no es nuestro problema; es la resaca de un problema ajeno, una tormenta que se cuece en el norte y que llega a nuestras costas con el olor a euro que se pierde en el camino. Los turistas alemanes, ese pilar sobre el que se levantan las torres hoteleras de Meloneras y los restaurantes de Playa del Inglés, son los rehenes de esta disputa. Cada euro que les extraen en tasas e impuestos en un aeropuerto alemán es un euro menos que se gastarán aquí. Un euro menos en una copa, en una cena, en una excursión o en una hamaca.

La queja de Ebel, respaldada por la presidenta de la Asociación de Agencias de Viajes Independientes, Marija Linnhoff, no es un lamento de ricos. Es una advertencia sobre la arteria principal de nuestra economía. Si el gobierno alemán encarece las vacaciones, menos alemanes vendrán. Y si menos alemanes vienen, los negocios de Maspalomas se resienten, los empleos tambalean y la prosperidad que tanto nos ha costado construir se desmorona.

Ebel le echa un pulso directo a los líderes políticos, Friedrich Merz y Lars Klingbeil, y les recuerda sus promesas de "una nueva política económica". Les dice, con la honestidad que da el dinero en juego, que las promesas "deben cumplirse". Pero aquí, en el otro extremo del mapa, sabemos que entre la promesa política y la realidad económica suele haber un abismo. Un abismo que, en este caso, se mide en tasas aeroportuarias y fondos de seguridad desmesurados.

En definitiva, la crónica que nos llega de Alemania no es sobre turismo, sino sobre poder, dinero y burocracia. Es la historia de cómo las decisiones tomadas en un país de cielos grises pueden tener un impacto directo en el sol de un paraíso tropical. El "dinero inflado artificialmente" que denuncian Ebel y Linnhoff en sus despachos de Berlín es el mismo dinero que falta en la caja de nuestros chiringuitos, en la contabilidad de nuestros hoteles y en el bolsillo de los trabajadores de Maspalomas. Y ese es el verdadero lujo que este fiscalidad de combate nos amenaza con quitar.

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