Con la elegancia de una nave que no surcaba las olas, sino que volaba sobre ellas, el Jet Foil se convirtió hace 45 años en un hito de la modernidad para el transporte marítimo en Canarias. Este jueves, el Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología de Las Palmas ha querido rendir homenaje a ese primer viaje que cambió para siempre la conexión interinsular.
El 7 de agosto de 1980, el "Princesa Voladora" realizó su primer trayecto comercial entre Gran Canaria y Tenerife. El capitán José María Real Martí, el primer oficial Lorenzo Suárez Alonso y el capitán instructor Lorrin F. Thurston fueron los responsables de esa travesía inaugural, que con un precio de 1.800 pesetas, ofreció un servicio de alta velocidad, elevado confort y una duración de apenas 90 minutos.
Este audaz proyecto fue una decisión del entonces presidente de Compañía Trasmediterránea, Federico Esteve Jaquotot. Bajo el lema de "de centro a centro, sin rodeos inútiles", el Jet Foil no solo conectó las capitales, sino que también operó en la ruta Las Palmas-Morro Jable y realizó viajes de prueba a La Gomera. Durante casi 25 años, con un total de cinco unidades, esta embarcación se convirtió en el medio de transporte preferido por empresarios y políticos, marcando una de las épocas más brillantes de Trasmediterránea en las islas.
La colaboración entre la Autoridad Portuaria de Las Palmas y la Asociación Canaria de Cultura Marítima ha hecho posible este evento conmemorativo en el Museo Elder. Al acto de hoy asisten José Gilberto Moreno, director del museo; Beatriz Calzada, presidenta de la Autoridad Portuaria; Arturo Rodríguez, de Acciona; y el periodista, historiador e investigador naval Juan Carlos Díaz Lorenzo, cuya propuesta a través de Puente de Mando fue el germen de esta iniciativa. En la ceremonia también habrá una representación de los antiguos tripulantes del Jet Foil, testigos de primera mano de esta historia.
Sin embargo, la era del Jet Foil llegó a su fin en julio de 2005, debido a una combinación de factores. Los elevados costes de combustible y mantenimiento, el resurgimiento del "puente aéreo" con Binter y la aparición de los catamaranes de alta velocidad provocaron su declive. Sus últimas dos unidades, el "Princesa Dácil" y el "Princesa Teguise", fueron vendidas a operadores en Japón, como ya había ocurrido con sus predecesores, el "Princesa Guayamarina" y el "Princesa Guacimara", cerrando así un capítulo dorado en la historia del transporte marítimo canario.
