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GRAN CANARIAAIEM, el arancel Frankenstein que encarece el pan a isleños y turismo del sur de Gran Canaria

AIEM, el arancel Frankenstein que encarece el pan a isleños y turismo del sur de Gran Canaria

Gara Hernández - M24h Martes, 12 de Agosto de 2025

El margen de los hoteleros de Gran Canaria ya cabe en la uña de un meñique de la mano. Y el de las familias en el meñique del pie. El AIEM, ese arbitrio que Bruselas bendijo a petición del lobby de industriales isleños, le mete un mordisco al pan como si fuera carne fresca. Y aquí, para que una barra cruce el trayecto Península-Canarias hay que pasar por las pocas molineras que queda y por un Frankenstein tributario que nació para proteger a empresas locales que hoy están quebradas o en manos extranjeras.

 

Desde harinas a panes congelados pasa por la cocina Frankestein. El AIEM es el monstruo de un Víctor Frankenstein llamado Bruselas, creado para proteger a la industria local. Y en el puerto, cual Robert Walton, navieras, importadores y grandes superficies como Mercadona, Carrefour, Lidl, Auchan Alcampo o El Corte Inglés cuentan la historia mientras el monstruo sigue cobrando peaje.

 

Mientras tanto, la escalada mundial de precios agrícolas hace que las familias canarias respiren con tubo fino. Canarias depende en más de un 80 % del trigo que viene de fuera para llenar de pan, pastas y galletas tanto la despensa familiar como el buffet de los hoteles del sur. Sin barcos no hay pan, sin pan no hay desayuno continental, y sin desayuno el turista se levanta con mal genio.

 

La inflación alimentaria ya roza el 9 % según el ISTAC. La isla paga la factura de un mercado global que se menea con guerras en el Mar Negro, fletes que suben y bajan como mareas, y cosechas que se arruinan por sequías en Canadá y Australia o lluvias tardías en Europa. La semana pasada, en Chicago, el trigo de invierno duro (HRW) subió un 7,5 %, el blando (SRW) un 3,5 % y el duro (HRS) un 3,25 %. Traducido a euros: 230 €/tonelada para el HRW, 195 para el SRW y 220 para el HRS.

 

El maíz, que aquí es pienso y pan para la ganadería, trepó un 2,5 % hasta rondar los 170 €/tonelada, pese a llevar una caída acumulada del 16 % en lo que va de año. La soja, ese aceite invisible en la cocina y pilar para el ganado, alcanzó los 390 €/tonelada con un leve repunte. Todo ello en un tablero donde Estados Unidos aprieta a China para comprar más, y los precios, nerviosos, responden.

 

Sí, los fletes desde el Mar Negro hacia Asia bajaron respecto al año pasado, un respiro momentáneo, pero no quitan la tormenta de encima. El sur de Gran Canaria, que vive del turismo como un marinero vive del puerto, ve cómo la factura de la comida sube y la sonrisa del cliente se encoge. Aquí la soberanía alimentaria es un brindis de despacho; la realidad es que seguimos comiendo del plato que nos sirve el mercado global… y a precio de oro.

 

Y al final, el impuesto Frankenstein sigue ahí, con su tornillo y su cicatriz, cobrando peaje a cada barra que cruza el océano. No importa si es para un hotel de cinco estrellas o para la mesa de una familia en Vecindario: el monstruo siempre quiere su parte.

 

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