El Patronato de Turismo de Gran Canaria informó este mes de agosto que sigue empeñado en convencernos de que es el nuevo paraíso del lujo experiencial… sobre todo para británicos dispuestos a pagar por sentirse exclusivos. En las jornadas Aspire Escape de Travel Weekly, el Patronato de Turismo de Gran Canaria desplegó su arsenal: hoteles cinco estrellas, alojamientos boutique, rutas gastronómicas, bienestar, golf y excursiones personalizadas, todo sazonado con etiquetas rimbombantes como Patrimonio de la Humanidad, Reserva de la Biosfera y Destino Starlight. Porque, según la teoría oficial, si algo suena caro y único, alguien terminará pagando por ello.
Cada agente de viajes recibió atención VIP: workshops personalizados, dinámicas de team building y excursiones de lujo, mientras se les recordaba que Gran Canaria no es solo una isla con playas, sino un destino “memorable y exclusivo”. Seaside Collection incluso regaló estancias, porque nada solidifica una marca turística como ofrecer un poco de lujo gratis a los intermediarios.
Ahora, pongamos las cifras sobre la mesa. La ocupación hotelera media de la isla en 2025 roza el 72%, y los picos de temporada alta no superan el 85%. Traducido: mientras los folletos prometen exclusividad y experiencias únicas, muchos restaurantes de alta gama en el sur de la isla siguen vacíos y las piscinas de cinco estrellas esperan a los clientes que nunca llegan. Y aquí viene la ironía: para que la isla brille en el mercado premium, se invierten millones en eventos, promociones y 'roadshows' internacionales, con presupuestos públicos que podrían financiar varias semanas de ocupación plena en temporada baja. Mientras tanto, los residentes miran cómo se gasta dinero en marketing y no en mejorar la infraestructura que soporta realmente al turista, como carreteras, transporte y servicios básicos.
Aun así, la estrategia empieza a dar frutos: los turoperadores británicos de lujo amplían la presencia de Gran Canaria en sus programas. ¿La razón? Que los agentes piden más isla porque, en teoría, la demanda existe. Lo que no siempre se dice es que esa demanda está medida más por likes en redes y brochures que por noches efectivas reservadas en hoteles. Gran Canaria sigue apostando a la grande: más marketing que ocupación, más glamour que clientes reales, y un optimismo casi milagroso que transforma cualquier dato mediocre en historia de éxito para inversores y responsables de turismo. Mientras tanto, los británicos que viajan siguen pagando por sentirse exclusivos.