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MASPALOMASEl sudor, el polvo y el silencio: machismo en los surcos del sur de Gran Canaria

El sudor, el polvo y el silencio: machismo en los surcos del sur de Gran Canaria

Yurena Vega - M24h Sábado, 23 de Agosto de 2025

 

En los surcos del sur de Gran Canaria, donde el sol achicharra y el viento arrastra polvo volcánico, las mujeres han sido el corazón de la cosecha de tomate. Pero su labor estuvo marcada por la invisibilidad, la explotación y el machismo que traían los patrones y capataces de Las Palmas, que venían a mandar como si fueran dueños de sus cuerpos y jornadas.

 

“Cuando me bajaba la regla, tenía que apañarme con lo que pillaba o quedarme sin jornal”, recuerda Maruja, de Vecindario. Sus manos muestran callos que aún hablan de los surcos de antaño. “No había un rincón para parar, ni un descanso. Dolía todo el cuerpo y había que seguir. Si protestabas, te miraban como floja.”

 

“Yo empecé con doce años en Maspalomas”, dice Rosita, mientras ajusta su delantal lleno de tierra. “El patrón me tocaba más de una vez, y si decía algo, no cobraba. Mi madre me decía: ‘traga, que aquí no hay otra’. Algunas resistían, otras tragaban… todas aprendimos a caminar entre miedo y necesidad.”

 

En Ingenio, Antonia, con ochenta años recién cumplidos, recuerda los jornales de los años 70: “Nos pagaban 75 o 100 pesetas al día. Con eso había que darle de comer a toda la familia. Las jornadas eran de sol a sol, cargando cajas y doblando tomates. Más de una se cortó, se torció un dedo o cayó de las cajas. Los dolores de espalda y los pulmones destrozados por el polvo eran parte del trabajo, pero ni siquiera lo llamaban enfermedad.”

 

Las mujeres comenzaron a organizarse, aunque de manera clandestina. En 1978, algunas trabajadoras se reunían en almacenes de empaquetado para hablar de sus derechos, planear huelgas y reclamar mejores condiciones. “Nos daban palos, nos despedían, nos miraban con desprecio”, recuerda Lola, de San Bartolomé. “Pero alguna semilla de dignidad se plantó en esos surcos.”

 

La menstruación, los abusos y el machismo cotidiano eran sombras que acompañaban la cosecha. “Si te quejabas de dolor, de hambre, de humillación, te llamaban floja o maleducada”, dice Carmen, de Vecindario. “Teníamos que tragarnos la vergüenza, los pellizcos, los ‘ven acá’ de los capataces de Las Palmas, y seguir cargando tomates.”

 

Hoy, los tomates del sur de Gran Canaria viajan a medio mundo, pero la memoria de estas mujeres sigue viva en cada surco. Cada testimonio es un eco del machismo que sobrevivió entre tomates y tierra, del silencio obligado por necesidad, y de la fuerza de mujeres que hicieron girar la economía agrícola del sur de Gran Canaria a pesar de todo.

 

“Si alguien quiere conocer la verdad de este oficio, que mire los surcos”, concluye Antonia. “Ahí está nuestra historia, con el sudor, el dolor y la dignidad que nadie quiso contar.”

 

FOTOGRAFÍAS MUSEO DE LA ZAFRA - POZO DE LOS BETANCORES

 

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