Desde 2011, Sabina Global opera en San Bartolomé de Tirajana como distribuidora al por mayor de productos de perfumería y cosmética, pero detrás de la fachada comercial se oculta una realidad financiera más delicada de lo que aparentan sus balances superficiales. Aunque cerró 2023 con una facturación de 32,2 millones de euros y un beneficio neto de 990.617 euros, los números revelan tensiones que podrían comprometer su sostenibilidad.
En 2021 es socia de Intersport España, que se dedica a la coordinación de compras para su red de puntos de venta. Desde hace varios años acumula dificultades económicas, ocasionadas por la presión de proveedores, una deuda que condicionaría su capacidad de maniobra, y una persistente tensión entre la necesidad de mantener una presencia comercial competitiva y la restricción de los recursos disponibles. Las tiendas franquiciadas en la órbita de Sabina operan desde el 16 de agosto de 2025 bajo la gestión de un administrador concursal, aunque con amplias dificultades, ordenado por un juzgado de Barcelona. La combinación de deuda elevada, liquidez ajustada y dependencia de créditos internos dibuja un panorama en el que la rentabilidad futura podría verse comprometida y donde cualquier sobresalto económico pondría a prueba la resistencia de la compañía.
En Sabina Global, el nivel de endeudamiento a corto plazo de la empresa alcanza un preocupante 50,25%, mientras que la calidad de la deuda no supera el 89%, lo que indica que una parte significativa de sus obligaciones podría no contar con garantías sólidas. Los pasivos corrientes superan los 15 millones de euros, incluyendo deudas con entidades de crédito que suman casi 11 millones, mientras que el fondo de maniobra apenas representa un 6% de las ventas, insuficiente para absorber imprevistos o caídas en la demanda.
El margen de rentabilidad, con un resultado de explotación de apenas 5,66% sobre ventas, apenas cubriría los costes financieros en caso de un incremento de los tipos de interés, y la cobertura de intereses se sitúa en 3,71 veces, lejos de niveles de seguridad. La liquidez, aunque ligeramente superior a ejercicios anteriores (1,67 veces), sigue dejando un colchón escaso para afrontar vencimientos inmediatos.
El plazo medio de cobro alcanza los 170 días, una señal preocupante de que la empresa podría estar financiando a sus clientes con su propio capital, mientras que el plazo medio de pago se mantiene en 36 días, generando un ligero alivio temporal pero sin resolver el desequilibrio estructural entre entradas y salidas de efectivo. Además, la rentabilidad financiera se queda en un modesto 5,91%, lejos de compensar los riesgos derivados de un apalancamiento del 201%. El activo corriente, de 25,2 millones, depende en gran medida de deudores comerciales del grupo, lo que evidencia un círculo de financiación interno que podría debilitar la solvencia ante cualquier contratiempo externo.
A pesar de estas cifras, la dirección parece mantener un discurso optimista, pero los balances sugieren que la empresa camina sobre arena movediza. Con un EBITDA sobre ventas del 5,84% y un margen neto de apenas 3,08%, cualquier descenso de facturación, impago de clientes o aumento de costes financieros podría erosionar rápidamente los beneficios y poner en cuestión la estabilidad de Sabina Global en el mediano plazo.