La vuelta al cole en Canarias nunca es ligera. Entre uniformes, cuotas de comedor y material escolar, las familias cargan cada septiembre con una factura que duele. Pero lo que muchos desconocen es que, además, cada mochila lleva escondido un impuesto silencioso: el AIEM (Arbitrio sobre las Importaciones y Entregas de Mercancías), un arancel nacido para proteger la industria local y que, en la práctica, encarece lo que más falta hace en estas fechas.
El resultado es claro: no solo los cuadernos y los libros de texto, también la ropa deportiva, los bañadores e incluso los pañuelos de bolsillo pagan un peaje extra por cruzar el Atlántico. El AIEM se traduce en un 15% de recargo sobre las etiquetas de papel o cartón, incluso impresas. Los papeles y cartones para escritura o impresión, utilizados en cuadernos y libros de texto, soportan un 10%. Los diarios y publicaciones periódicas, que llegan con olor a tinta fresca, llevan un 5% adicional. Las tarjetas de felicitación y postales, casi en desuso, soportan un 15%, lo mismo que los impresos decorativos y las fotografías que no sean metálicas. Los calendarios impresos, habituales en las aulas, pagan un 5%.
La presión no se queda en la papelería. El AIEM también muerde en la ropa deportiva que usan los escolares. Los chándales de fibras sintéticas, básicos para las clases de educación física, llevan un 5% extra. Lo mismo ocurre con los bañadores de punto, tanto para niños y hombres como para mujeres y niñas, todos con un 5% añadido. Incluso los pañuelos de bolsillo, un producto menor, se ven afectados por otro 5%.
El AIEM nació con una intención clara: proteger a la imprenta canaria y a la pequeña industria frente a la avalancha de importaciones. Sin embargo, en la práctica, el arancel funciona como un sobrecoste que se cuela en las listas escolares y en el equipamiento deportivo de los niños. En septiembre, cuando los bolsillos tiemblan entre uniformes, matrículas y menús escolares, el AIEM aparece disfrazado de folio, de calendario, de chándal o de bañador para las clases de natación.
Cada padre y cada madre que cruza la papelería o la tienda de deportes descubre que la cuenta final no la dicta solo la lista de la escuela, sino también un arancel escondido entre códigos y porcentajes. La paradoja es cruel: el impuesto que debía fortalecer lo local termina castigando al consumidor final. En la Península, los libros de texto y la ropa deportiva ya son caros; en Canarias, además, llevan el lastre de un AIEM que convierte lo básico en lujo.
Mientras los niños estrenan lápices, borradores, mochilas y zapatillas, el AIEM se asegura de recordarles a las familias que, en el archipiélago, aprender, correr o nadar cuesta más caro que en ningún otro lugar de España.