El sur de Gran Canaria es un laberinto de historias contadas en terrazas, bares y restaurantes. En cada copa, en cada cóctel, hay un secreto. Y ese secreto, es el hielo. No el agua congelada que cualquiera puede hacer en su casa, sino el oro blanco, el que se produce con una precisión de relojero desde la empresa lanzaroteña radicada en Arinaga Alcruz Canarias. La hostelería de esta isla ha comprendido que la diferencia entre un buen servicio y uno mediocre se esconde en un cubo transparente.
Es de esas empresas que pocas veces es noticia pero cuando salen en medios especializados como Maspalomas24H todo el mundo con dos dedos de frente se alegra porque son canarios sus dirigentes y empleados. Es decir: no han sucumbido a los fondos de inversión presionados por la banca. La empresa está en manos de Antonio Almeida Hernández y Mario Cruz Rodríguez, ambos administradores mancomunados, y de Victoria Melián Díaz, a cargo de la dirección general. La empresa es un matriarcado y esa disciplina se nota en su credibilidad financiera.
Y es en este contexto que Alcruz Canarias, la fabricante y comercializadora de productos congelados, ha revelado un crecimiento que no es solo un dato económico, sino una crónica de la sed que mueve el turismo. La empresa baraja en sus previsiones para 2025, un año en el que esperan un crecimiento cercano al 20%, superando la barrera de los 40 millones de euros. Este es el tercer crecimiento consecutivo de dos dígitos, un hecho que habla de una verdad que se sirve en cada vaso: el hielo de calidad se ha convertido en una pieza fundamental del negocio.
Porque el hielo no es solo un accesorio. Es el alma de la bebida. Un hielo de mala calidad, turbio, con impurezas o que se derrite en segundos, arruina un buen ron, estropea un gin-tonic y desvirtúa el sabor de un cóctel. En el sur de Gran Canaria, donde la competencia es voraz y el sol no perdona, cada detalle cuenta. La inversión en un hielo puro, macizo y cristalino es una declaración de intenciones. Es un mensaje al cliente que dice: "Aquí nos tomamos el sabor en serio".
El auge de Alcruz Canarias es la prueba de que el mercado ha madurado. La industria ha entendido que no se puede ser líder en turismo de calidad ofreciendo un producto de segunda. El hielo, que parece tan insignificante, es el termómetro de una hostelería que ha dejado de improvisar y ha empezado a invertir en la excelencia. Porque al final, lo que el turista recuerda no es solo el sol de la playa, sino el frescor de esa copa perfectamente servida.
La cuenta de resultados de Alcruz Canarias es, a simple vista, una lista de fríos datos. Pero si uno sabe leer, verá la crónica de un éxito. El "importe neto de la cifra de negocios" ha pasado de 20 millones de euros en 2022 a 29,2 millones de 2023. Un salto de casi un 46%, una cifra que no es normal en un mercado maduro. Y la previsión de 40 millones de euros en 2025.
En el fondo, la cuenta de resultados de Alcruz Canarias es un retrato de la vida misma: una mezcla de éxitos y fracasos. El "Estado de Ingresos y Gastos Reconocidos" nos habla de subvenciones que le han ayudado a crecer, de 660 miles de euros en 2023 y 700 en 2022. Pero al mismo tiempo, el "Resultado del ejercicio" ha tenido que tributar 271 miles de euros en impuestos. En definitiva, esta crónica financiera es una historia de dos caras: la de un éxito evidente en el negocio, pero también la de la fragilidad que se esconde detrás del crecimiento. Una fragilidad que, como la vida, puede convertir un sueño en una pesadilla. El hielo no se derrite solo en las copas, sino también en las cuentas de resultados.