El sur de Gran Canaria, que vive desde 2012 en la burbuja de la primavera árabe al optar por ser un destino refugio es sede del Mundial de la FIFA 2030, como Marruecos. La isla ha vivido décadas de crecimiento turístico sostenido, se encuentra ahora ante un espejo incómodo. Mientras la isla celebra cada récord de visitantes y cada reforma hotelera, Marruecos prepara un salto de dimensiones históricas con 187 nuevos hoteles antes del Mundial de 2030, ampliando su capacidad con estándares internacionales y proyectando estadios como el Hassan II de Casablanca para 115.000 espectadores. No es un futuro lejano: es el escenario que amenaza con transformar el flujo turístico que durante años ha sido casi exclusivo de nuestras playas y resorts.
El sector hotelero de Gran Canaria, acostumbrado a competir entre sí, de repente se enfrenta a un competidor que no solo construye camas, sino que redefine el producto turístico: ciudad tras ciudad, Dakhla, Tánger, Casablanca, Agadir y Marrakech multiplican inversiones con la mirada puesta en tres millones de turistas solo durante las tres semanas del Mundial. Mientras tanto, en Maspalomas, Playa del Inglés o Puerto Rico, el debate sobre nuevas licencias, reformas y sostenibilidad no logra captar la atención que exige la magnitud de la competencia que se avecina. Dakhla espera 700.000 turistas hoteleros para 2030 y allí los dueños de apartamentos no están siendo castigados.
El problema no es solo la cantidad. Es la ambición estratégica. Marruecos no espera a que el turismo llegue; lo atrae, lo organiza y lo diversifica. Programas de gastronomía, parques de atracciones, actividades culturales y modernización de hoteles con financiación sin intereses —Cap Hospitality— muestran un país que entiende la internacionalización turística como política de Estado, mientras Gran Canaria sigue pensando en incrementos de RevPAR y pequeñas mejoras de infraestructura.
Para la isla, la lección es clara y urgente: competir en 2030 no será cuestión de suerte ni de marketing aislado. Será necesaria una planificación estratégica que integre turismo, infraestructuras, movilidad, sostenibilidad y calidad de servicio al visitante. Cada licencia de hotel, cada reforma y cada inversión deben leerse como parte de un tablero mayor, donde Marruecos ya está moviendo ficha con mano firme. Gran Canaria ha construido durante décadas un modelo que ha funcionado, pero la próxima década exigirá algo más: visión y acción antes de que el Mundial de 2030 y los 187 hoteles marroquíes reescriban el mapa turístico del Atlántico. Porque los visitantes, al final, no distinguen fronteras; buscan experiencias y eficiencia, y allí donde las encuentren, irán.
