El corazón turístico de Maspalomas, motor económico de Canarias, vive una paradoja flagrante que indigna a sus residentes: mientras genera miles de millones de euros en ingresos, sus infraestructuras esenciales, como los aparcamientos de servicio, languidecen en un estado de evidente dejadez. La estampa del aparcamiento que lleva el nombre de la cooperativa de taxis en la Avenida Alejandro del Castillo, en San Fernandode Maspalomas, se ha convertido en el símbolo de un "abandono" que va más allá del simple deterioro.
La crítica ciudadana en las redes sociales apunta directamente a la desproporción entre la riqueza generada y la calidad de los servicios básicos. La zona, próxima a importantes áreas de servicio como Vías y Obras y Bomberos, presenta unas instalaciones que rozan el descuido.
Paradójicamente, la flota de taxis que utiliza este espacio, aunque variada, está obligada por normativa a mantener unos estándares de limpieza y seguridad para operar en la zona turística. Los vehículos en sí, regidos por la rigurosa ITV y las inspecciones municipales, suelen estar en condiciones adecuadas. Sin embargo, el lugar donde se estacionan y organizan para dar servicio a la industria turística es una prueba de la negligencia en el mantenimiento de la infraestructura comunitaria.
El malestar vecinal se resume en una pregunta: "¿Es Maspalomas solo una "fuente de ingresos para los políticos"?" La sensación general es que la inversión municipal se centra en el escaparate turístico de primera línea (playas y zonas de ocio), mientras los barrios que dan soporte a esta industria —San Fernando incluido— reciben solo "migajas" para el mantenimiento básico. Esta disparidad es una asignatura pendiente para el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana. La crítica es que la prosperidad de un destino líder debería reflejarse en un cuidado y visibilidad impecables de todo el municipio, no solo de las áreas frecuentadas por los visitantes. La imagen de solares y aparcamientos degradados no solo desluce la postal de Maspalomas ante los foráneos, sino que sobre todo mina la calidad de vida de los residentes que con su trabajo diario sostienen el modelo económico de Gran Canaria.
