En Maspalomas, donde el agua no es solo un bien sino una forma de poder, dos hombres se dan la mano como si compartieran un desierto. Pedro Agustín del Castillo, el cerebro gris de la patrimonial que gestiona los intereses de la familia de Conde la Vega Grande, y Eustasio López, dueño de Lopesan, han sellado una nueva alianza que huele a historia: el dueño de Lopesan se sienta desde ahora en el consejo de administración de Elmasa Tecnología del Agua, la compañía que produce desde el subsuelo al sur de Gran Canaria y que durante medio siglo ha hecho fluir el negocio invisible del abasto.
Pero el gesto tiene una condición, una frase que Del Castillo pronunció con el tipo de claridad que no necesita micrófonos: "Nada de esclavos". No hablaba de tuberías ni de juntas de capital. Hablaba del respeto. De que la alianza no convirtiera a nadie en vasallo, ni en símbolo de un feudo moderno en un territorio donde el agua y el turismo se han vuelto inseparables. El caso es que la condición de entrada en el consejo llevaba asociado un compromiso: ningún empleado "de los que dan conferencias en Las Palmas y aparecen pistoseando en las fotos siendo trabajadores".
López, empresario forjado entre cemento y playas, entra en Elmasa a través de su sociedad Gaborone Investments 2022. Es un movimiento calculado, casi ritual, que une dos apellidos con peso tectónico en la economía canaria, según ha adelantado Espiral21 y Maspalomas24H confirmó por varias fuentes del sector financiero. Elmasa, presidida por Del Castillo, amplía su consejo con nombres familiares —Miguel y Alejandro del Castillo, los Escudero, las Del Pino— y ahora también con el patriarca de Lopesan, que desde hace años observa cómo el agua marca el pulso de su propio imperio hotelero.
En Maspalomas, la gestión del agua no es un asunto técnico: es un mapa de poder. Donde llega la canalización, llega la urbanización. Donde hay abasto, hay rentabilidad. Por eso el pacto entre Del Castillo y López no es un simple cruce de participaciones, sino una tregua tácita entre dos modelos de dominación que se necesitan mutuamente. Elmasa, con más de cincuenta años de historia y socia de referencia de General Electric en la UE, ha modernizado su estructura aliándose. La globalización del agua pasa, silenciosa, por las dunas. Bajo el brillo turístico de Meloneras o la calma aparente del Faro, circula un río subterráneo de acuerdos, licencias y consejos de administración.
Y mientras los turistas beben agua desalada sin saberlo, los nombres de los que la gobiernan se repiten como una genealogía de la isla. Maspalomas no sería Maspalomas sin ellos. Del Castillo pone la condición moral, López la expansión física, y entre ambos sostienen un equilibrio tan delicado como las tuberías que serpentean bajo la arena. El título, 'Nada de esclavos', resume una ambición mayor: que en un territorio donde el agua fue durante siglos un privilegio, no se reproduzca ahora una servidumbre más sofisticada. Pero el lector atento sabe que en el capitalismo insular nadie se libera del todo: solo se cambia de dueño.