Los datos turísticos de finales de octubre que maneja el Patronato de Turismo de Gran Canaria dejan en el aire el optimismo con que el sector hotelero del sur de Gran Canaria afrontaba el cierre del año. Las reservas netas, los niveles de ocupación y el pulso de las búsquedas internacionales confirman una desaceleración que no logra compensarse con el ligero aumento de plazas aéreas.
Según los últimos informes de Lurmetrika y Mabrian, actualizados al 27 de octubre de 2025, el número total de plazas aéreas regulares hacia Gran Canaria crece apenas un 0,8% interanual para el invierno 2025-2026, con Reino Unido y Alemania como los dos únicos mercados que mantienen cifras similares a las del año pasado. El repunte más visible se dio en octubre (+3,67%) y noviembre (+2,2%), pero a partir de diciembre la curva se invierte, cayendo hasta un -1,25% en febrero, mes clave para la temporada alta nórdica.
Pese al esfuerzo de los turoperadores por mantener la conectividad, el otro lado del tablero muestra un deterioro más preocupante: la ocupación prevista se mantiene estancada. Los hoteles insulares prevén cerrar el invierno con un promedio del 78%, prácticamente igual que en 2024. En los gráficos, la tendencia se aplana: los meses fuertes —enero y febrero— incluso pierden tracción, con descensos de entre medio y un punto porcentual interanual.
“Tenemos más asientos, pero menos ganas de viajar”, resume un director de ventas de un hotel de cuatro estrellas en Playa del Inglés. “El cliente alemán planifica con más cautela, y el británico empieza a mirar Turquía y Egipto, donde la relación calidad-precio se ha vuelto más agresiva”.
El pulso digital de las reservas y búsquedas de vuelos apunta en la misma dirección. En las semanas previas al 27 de octubre, las reservas totales de vuelos a Gran Canaria registraban caídas de hasta el -10% interanual, especialmente desde los mercados nórdicos y Reino Unido. Las búsquedas internacionales, indicador adelantado de interés, caen en el entorno del -20%, mientras que el tráfico nacional apenas logra mantenerse estable gracias a las rutas interinsulares y al tirón del turismo peninsular de escapadas.
La variación interanual de las reservas hoteleras netas ofrece una fotografía aún más cruda: todos los lunes de octubre se cerraron con cifras negativas, llegando a retrocesos del -5% respecto al mismo periodo de 2024. Solo el mercado español muestra un leve dinamismo de último minuto, que sin embargo no basta para equilibrar el conjunto. En el fondo, el turismo del sur de Gran Canaria parece estar entrando en un punto de inflexión. La inflación acumulada en los principales mercados emisores, la fortaleza del euro frente a la libra y la consolidación de destinos competidores en el Mediterráneo oriental han reducido el margen de maniobra del sector.
A ello se suma el desgaste estructural de parte de la planta extrahotelera —con una edad media superior a los 35 años en Playa del Inglés y San Agustín— y la lentitud en la ejecución de los proyectos del Plan de Modernización, Mejora e Incremento de la Competitividad (PMM). “No hay crisis, pero sí una pérdida de inercia”, advierten empresarios, que piden más promoción en mercados secundarios como Italia y Países Bajos, los únicos que muestran crecimiento estable en las reservas. Mientras tanto, el turista de invierno —ese viajero de piel blanca que durante décadas garantizó la temporada alta del sur— parece haber aprendido a comparar precios desde su sofá. Y los gráficos de este otoño le dan la razón: Gran Canaria sigue llena, pero ya no desborda.
 
  






























