Los problemas con la limpieza del bloque de izquierdas socialista que gobierna en Las Palmas, donde se ha pedido la declaración de emergencia sanitaria, arrastran al sur de Gran Canaria. La isla llega a la World Travel Market 2025 de Londres con los números en la mano y el discurso triunfal en la boca. Los técnicos expertos en promoción de la isla han configurado una agenda de 50 reuniones programadas en el recinto Excel. Los datos parecen dar la razón a la estrategia pública: el mercado británico no solo se ha consolidado como el principal cliente de la isla, sino que ha superado por primera vez el millón de visitantes en un año.
Paradójicamente, mientras el gasto medio por visitante se modera, el relato oficial insiste en que el “momento continúa siendo positivo”. En Londres, como es lógico se proyecta una imagen de estabilidad y expansión, mientras en los despachos de Westminster los analistas financieros anticipan una caída del consumo interno y una inflación del 2,6% para finales de 2025, lo que podría erosionar el poder adquisitivo de los viajeros.
La paradoja es evidente: Gran Canaria festeja en Londres lo que una parte de su población empieza a cuestionar en casa. El turista británico, fiel incluso en plena desaceleración de su economía, se ha convertido en el motor de un modelo que ya muestra síntomas de saturación. Las calles canarias reflejan el éxito económico, pero también el agotamiento de un territorio que empieza a preguntarse dónde está el límite.
Los técnicos insisten en que la demanda “se mantiene boyante”, pero los técnicos reconocen que buena parte de ese crecimiento se sostiene gracias a los paquetes low cost y a la flexibilidad de pago. Es decir, más visitantes, pero no necesariamente más rentabilidad por turista.
La WTM es una pasarela de contratos, pero también un espejo. Y este año refleja la contradicción de una isla que, al tiempo que celebra récords en Londres, vive en su interior un debate cada vez más encendido sobre el precio real del turismo: pérdida de identidad, encarecimiento de la vivienda, saturación de espacios naturales y dependencia estructural de un único modelo económico. Gran Canaria vende sol y playa al Reino Unido, pero empieza a buscar, a contraluz, una sombra donde respirar.
Sin embargo, tras esa aparente bonanza se dibuja una paradoja que invita a la prudencia. Los técnicos de Turismo reconocen —aunque apenas se mencione en las notas oficiales— que el rendimiento récord de Gran Canaria se produce en un contexto de clara fragilidad económica en el Reino Unido. La economía británica “parece atascada en primera marcha”, con un PIB del 1,3% sostenido artificialmente por el gasto público, una inflación del 3,7% y una inversión empresarial muy por debajo de lo esperado.
Entre enero y agosto de 2025, 721.956 visitantes británicos han viajado a Gran Canaria, apenas un 2,46% más que en 2024. Una cifra positiva, pero que empieza a mostrar síntomas de estabilización tras años de crecimiento explosivo. El propio sector reconoce que el turista británico “ya no gasta igual”: reserva fuera de temporada, busca vuelos más baratos y ajusta la estancia. En otras palabras: Gran Canaria crece mientras el Reino Unido se frena. Y esa contradicción es la que convierte a esta edición de la WTM en una cita más estratégica que nunca.
Fuentes oficiales insisten en que “la demanda se mantiene boyante” y que no se detecta “una caída inminente” de clientes. Pero el optimismo institucional contrasta con los indicadores: una libra debilitada, una inflación que erosiona el poder adquisitivo y un mercado laboral que, aunque estable, empieza a mostrar fatiga. A pesar de ello, el británico no renuncia a su semana de sol en el Atlántico. Lo hace, eso sí, con un nuevo patrón de consumo: reserva con más antelación, ajusta el presupuesto y opta por viajar fuera de temporada. Es un viajero más prudente, menos derrochador, pero todavía fiel. El reto de Gran Canaria será mantener ese equilibrio entre la euforia de los récords y la realidad de una economía británica que avanza a cámara lenta. Porque si algo enseña la historia reciente del turismo en Canarias es que ningún mercado es eterno, y los ciclos —como las mareas— siempre acaban cambiando.
  















