El dromedario, importado hace más de 500 años para las exigencias de la agricultura y el transporte de carga, es el símbolo más perdurable de la metamorfosis económica de Gran Canaria. Su transición del arado al chárter turístico no es solo un capricho exótico para el visitante europeo; es un micro-estudio fascinante de cómo la isla, a través del diseño estratégico y la apropiación cultural, logró vender una imagen de lujo desértico y calidez atlántica.
La génesis de esta poderosa postal se remonta a 1934, cuando el artista e intelectual Néstor Martín-Fernández de la Torre ideó el cortejo regional canario para el aniversario de la II República en Madrid. Néstor no solo diseñó trajes y arquitectura tipista; utilizó el camello, junto al plátano, como un activo de marketing para exhibir una propuesta de imagen turística y tropical ante la élite metropolitana. Fue una jugada brillante: presentó el exotismo isleño, importado de Oriente, como el "criterio de personalidad diferenciada" de Gran Canaria. Este tipismo se convirtió, durante décadas, en la carta de presentación de un nuevo modelo económico.
El éxito de esta imagen se cristalizó en los años 60, cuando Gran Canaria se lanzó al mercado turístico internacional. La silueta del camello se integró perfectamente en la narrativa de Maspalomas Costa Canaria, un enclave que en 1961 era poco más que un faro y una estación espacial de la NASA. La presencia de los dromedarios en las imágenes junto a los famosos astronautas del programa Apolo, y la coincidencia con el estreno global de la icónica película "Lawrence de Arabia", crearon una sinergia cultural inmejorable. El animal de carga se transformó en el atrezzo esencial de un idilio europeo con un paisaje desértico que, aunque minúsculo (400 hectáreas frente a los 9.2 millones de km² del Sahara), se percibía como auténtico y cinematográfico.
Hoy, la supervivencia de la especie en las islas depende casi enteramente de su función como atractivo turístico. Esta dependencia económica, paradójicamente, ha permitido que los ejemplares de Gran Canaria no solo sean únicos y exportables a mercados como Europa, Brasil o Australia, sino también objeto de estudios científicos promovidos por el CSIC con fines médicos. El camello ha pasado de ser un mero factor de producción agrícola a un activo de diversificación que ofrece servicios de restauración del conjunto dunar y tiene potencial en la industria cinematográfica, además de ser el "más antiguo transporte" para el paseo tranquilo de los visitantes.
La historia del camello en Gran Canaria es la metáfora perfecta del desarrollo turístico insular: un recurso tradicional readaptado y comercializado con astucia. La isla supo tomar un elemento funcional —el transporte de carga— y, a través del arte (Néstor) y la oportunidad cultural (el zeitgeist de 'Lawrence de Arabia' y la NASA), lo elevó a un símbolo inconfundible de lujo y exotismo. El dromedario, al igual que el turismo de Gran Canaria, ha demostrado una resiliencia y una versatilidad que ha garantizado su supervivencia económica y su papel como emblema de una identidad de destino construida sobre la belleza, el clima y la imaginación.















