La historia del Condado de la Vega Grande de Guadalupe, iniciado en 1777, es un caso singular de nobleza que entronca directamente con el capital, la estrategia inmobiliaria y la proyección de una marca global. Lejos de ser meros terratenientes, esta saga familiar actuó como catalizador de la modernidad y el turismo en Gran Canaria, proyectando un impacto que se extiende desde las primeras guías de viaje ilustradas hasta la creación de la primera gran ciudad turística del Atlántico: Maspalomas Costa Canaria.
El legacy turístico de la familia se remonta a mucho antes de la era del chárter. El linaje demostró una profunda conciencia del valor intrínseco del territorio para la proyección exterior. Ya en el siglo XVIII, Pedro Agustín del Castillo y Ruiz de Vergara (autor de 1669-1741), aunque sin el título condal, produjo la "Descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria" (1735) , una obra fundamental con valiosos mapas y planos. Este manuscrito, destinado a las élites coloniales y militares, puede ser considerado la primera "guía turística" de la isla, sentando las bases del conocimiento geográfico que "sacó" a Canarias de la mitología de las Islas Afortunadas para situarla en el radar del Renacimiento europeo.
Esta visión cosmopolita fue reforzada por miembros de la saga vinculados a la ilustrada Real Sociedad Económica de Amigos del País (1777) y a figuras aventureras como José de Viera y Clavijo, quienes protagonizaron los primeros vuelos en globo en España. La familia demostró también una temprana sensibilidad cultural, destacando Leonor del Castillo que, a comienzos del siglo XIX, introdujo en Las Palmas la tradición de las alfombras de flores que hoy son un recurso turístico esencial en La Orotava.
A finales del siglo XIX y principios del XX, la Casa Condal se alineó con la emergente sociedad civil grancanaria, clave para la transición del modelo agrario al turístico. El conde Fernando del Castillo Westerling (1828-1901) participó en el accionariado de la sociedad que creó el Hotel Santa Catalina y el primer Club de Golf de España (1891). Estas instituciones no eran solo equipamientos de ocio; eran la infraestructura necesaria para atraer al turismo de salud y alto poder adquisitivo del norte de Europa.
Sin embargo, el hito definitivo de su impacto global se produjo a mediados del siglo XX. Haciendo eco del grito de Néstor Martín-Fernández de la Torre —de concebir los proyectos "en grande, con la vista en el porvenir"— los condes asumieron el reto de Maspalomas.
El conde Alejandro del Castillo y del Castillo (1892-1977), junto a su sobrino y noveno conde, Alejandro del Castillo y Bravo de Laguna (1928-), rechazaron convertir sus vastos terrenos improductivos en meros paradores o zoológicos. La respuesta fue un Concurso Internacional de Ideas (1961) para Maspalomas Costa Canaria.
El proyecto resultante fue una hazaña de ingeniería económica y logística. La familia Condal no solo urbanizó, sino que tuvo que crear el ecosistema de la ciudad desde cero: Construyeron la presa de Soria, la red de distribución de aguas, la Eléctrica de Maspalomas (Elmasa) y los viales, ante la ausencia de servicios públicos adecuados. Impulsaron el primer templo ecuménico de España, el Hotel Oasis Maspalomas (un referente arquitectónico), el aeroclub, y el primer parque temático del país (Sioux City). Optaron por la modalidad de apartamentos, lo que permitió a numerosos pequeños inversores isleños financiarlos con las rentas turísticas, logrando que los beneficios del turismo se extendieran a un gran número de isleños.
En una década, el impacto fue "extraordinario": Maspalomas pasó de 58.000 turistas a más de 900.000 anuales en 1974, desbancando a la capital. Al ceder terrenos para la estación espacial de la NASA, la familia también inyectó capital simbólico y tecnológico, potenciando la marca de Gran Canaria. La saga del Condado, honrando su lema "Ensalza siempre la vida. La honra si no se olvida", demostró que la propiedad de la tierra, cuando se combina con la visión de negocio y la audacia urbanística, puede ser el motor más poderoso para transformar una economía insular.















