Las Palmas vivió este domingo, a pesar del vacío de la patronal oficial Confederación Canaria de Empresarios, ATA y Cecapyme, una de esas jornadas que quedan marcadas en la memoria colectiva de un sector que, pese a cargar con obligaciones desproporcionadas, nunca baja los brazos. El apoyo oficial a la Agenda 2030 y los planes woke contra la empresa familiar han quedado por los suelos.
Los autónomos del sur de Gran Canaria—ese ejército silencioso que sostiene barrios enteros, que abre persianas cuando aún no ha salido el sol y que compite en desigualdad frente a grandes corporaciones y una burocracia voraz— lograron este domingo apoyar en Las Palmas una victoria inédita en su pulso contra lo que muchos califican ya como un “infierno fiscal”.
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La concentración convocada a primera hora en las arterias comerciales en la capital grancanaria en la zona de Triana superó cualquier previsión. Lo que comenzó como un llamamiento casi improvisado en redes sociales se transformó en un movimiento compacto de hostelería, comerciales, comerciantes, taxistas, transportistas, diseñadores, vendedores ambulantes y profesionales liberales que, a fuerza de insistencia y hartazgo, empujaron a las instituciones a escuchar.
La clave del éxito radicó en la unidad. No hubo siglas. No hubo discursos impostados. Solo testimonios de quienes llevan años encajando subidas de cuotas, retrasos en devoluciones, sanciones automáticas y un régimen fiscal que exige como si todos fueran grandes empresas.
Las reacciones no se hicieron esperar. En los comercios de Triana se aplaudía a pie de calle. Era la primera vez en años que sentían que su lucha tenía efecto tangible.
El éxito, sin embargo, no borra la realidad: el sistema fiscal sigue siendo asfixiante y la incertidumbre continúa. Pero el mensaje está lanzado. Este los autónomos de Las Palmas demostraron que, organizados y sin miedo, pueden mover las placas tectónicas de una administración que parecía inamovible.
