Los fríos números de la población turística equivalente que tiene el Istac en su poder expone un retrato de Gran Canaria que rompe con varios mitos sobre el volumen y la masificación. Si Tenerife acapara la cifra más alta de turistas flotantes diarios (177.867), Gran Canaria tiene el título del turista más "lento" de todo el Archipiélago. Los datos oficiales dibujan la estrategia de Antonio Morales, presidente de Gran Canaria, al diseñar un modelo donde el turismo crezca sin invadir la identidad de los isleños fuera de los entornos propios del mercado alojativo del sur de la isla.
Con una estancia media de 10,48 días, el visitante de Gran Canaria supera al de todas las demás islas, que se mantienen por debajo de los diez días (Tenerife, por ejemplo, registra 8,97). Este dato sugiere una alta fidelidad y una preferencia por el modelo de long-stay, esencial para la estabilidad de la planta hotelera del Sur. El dato más sorprendente, sin embargo, se encuentra al analizar la presión que el turismo ejerce sobre la población local. Mientras que en islas como Fuerteventura o Lanzarote la relación es cercana a 20 turistas anuales por cada residente, en Gran Canaria, por cada habitante registrado, "solo" vienen 5,3 turistas al año.
Este ratio es el más bajo de todas las islas capitalinas y orientales. En términos de presión social directa, la población turística flotante (13,2% de la población total equivalente) es proporcionalmente la menos invasiva de Canarias, lo que explica en parte la estabilidad social de la isla, que absorbe la mayor carga poblacional del Archipiélago. El gran contraste surge al cruzar la baja presión social con la alta presión territorial. Gran Canaria soporta una densidad turística de 84,4 personas por kilómetro cuadrado, una de las cifras más altas de Canarias (solo superada por Lanzarote).
Este brutal contraste entre la baja presión percibida por el residente medio (gracias a la alta población total de Las Palmas de Gran Canaria y Telde) y la altísima densidad territorial, confirma que el conflicto turístico está hiperlocalizado. En la práctica, el impacto masivo se concentra de manera dramática en la pequeña franja costera del Sur, como Maspalomas y Mogán, dejando al resto de la isla con una sensación de "normalidad" inusual para un destino de su calibre.















