Lo que debía ser el cierre rutinario de unas vacaciones de sol en el sur de Gran Canaria, se tornó en una jornada de profunda conmoción y luto. Un vuelo de Eurowings que cubría la ruta entre Gran Canaria y Hamburgo se vio obligado a realizar un aterrizaje de emergencia no programado en el Aeropuerto de Bilbao debido al fallecimiento de un pasajero a bordo.
La tragedia golpeó al Airbus A320, que transportaba a 175 pasajeros y seis tripulantes, cuando uno de los viajeros, identificado por medios locales como un jubilado que regresaba a casa junto a su hija, sufrió un infarto fulminante. A pesar de la atención médica inmediata brindada por la tripulación y los denodados esfuerzos de reanimación, el desenlace fue fatal, dejando una atmósfera de consternación en la cabina.
El comandante de la aeronave tomó la decisión de desviar el vuelo hacia el aeropuerto más cercano, Bilbao, para atender la emergencia. La llegada a la ciudad vasca supuso un parón inesperado en el trayecto: el vuelo, tras el triste desenlace, no se reanudó de inmediato, obligando a los pasajeros y a la tripulación a pasar la noche en la capital vizcaína.
Eurowings confirmó el incidente y emitió sus más sentidas condolencias a la familia del fallecido, un gesto de solidaridad ante la pérdida. Este suceso recuerda la vulnerabilidad de la vida incluso en la rutina de un viaje aéreo, interrumpiendo un trayecto que se presumía de lo más habitual: el tránsito entre la calidez del Archipiélago canario y la llegada al invierno alemán. El resto de los viajeros continuaron su ruta al día siguiente, llevando consigo el recuerdo de una tragedia que convirtió un simple vuelo de regreso en una inesperada escala de duelo.















