Viernes, 12 de Diciembre de 2025
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GRAN CANARIALa Ausencia del Sur: El desierto de poder en el almuerzo navideño de la Cámara de Las Palmas

La Ausencia del Sur: El desierto de poder en el almuerzo navideño de la Cámara de Las Palmas

Gara Hernández - M24h Viernes, 12 de Diciembre de 2025

La ausencia del dinero en el acto no fue un olvido sino un acto de desprecio. El Hotel Santa Catalina, ese palacio en su día era de la burguesía británica y hoy gestionado por una cadena mallorquina especializada en todo incluido de sol y playa, acogió el almuerzo de la Cámara de Comercio de Las Palmas. Y allí, la verdad se sirvió fría y amarga: solo hubo vacío. La asistencia fue tan magra que se murmura que hubo más congregación en el acto que se hacía por el 40 aniversario de la Fundación Mapfre Guanarteme. El encuentro, un evento que en el pasado era la única cita de poder, ahora se desdobla absurdamente en la víspera del almuerzo de la CCE, prueba del ego estéril de los empleados que dirigen hoy estas patronales.

El Santa Catalina, refugio de los señores de Las Palmas que claman por mandar sobre el Sur, fue el escenario de su propia derrota silenciosa. La ausencia de los hombres y mujeres de Maspalomas y Mogán —los que generan el verdadero dinero y el sudor bajo el sol— fue un puñetazo en la mesa. No estuvo allí el propio presidente de la FEHT de Las Palmas. Ninguno de los que manejan la ferretería o levantan ladrillos se dignó a comparecer. El mensaje es claro: la capital ha perdido su capacidad de convocatoria sobre el músculo productivo de la isla.

Los huecos más ruidosos del sur grancanario eran los de Juan Acosta y, sobre todo, el de Santiago de Armas. De Armas, que con su dimisión justo antes de la junta de accionistas de la filial alemana de Lopesan y de ese comité de vigilancia de la antigua IFA, pudo. El virus que corroe a la Cámara es la monotonía del poder. El resto de la economía, el motor que usa las carreteras y vende los productos básicos, es invisible. Mientras los hombres del Norte juegan a ser importantes en ese comedor lujoso, sus bocas se llenan de vaguedades. Hablaban de "planes" y "futuro" sin que nadie preguntase por el pan de mañana.

Pero la miseria más grande, la que olía a cobardía en cada sorbo de vino, era el silencio sobre los planes de jubilación patronal. Se quedan. Se aferran a sus títulos hasta que la muerte los saca del sillón. No hay visión de futuro, no hay plan de sucesión. Solo el miedo a soltar el poder. El almuerzo no fue una reunión de trabajo; fue una exposición de vanidades viejas y un retrato exacto de la soberbia: la capital fingiendo ser el centro, mientras ignora que el dinero y la verdadera energía están a cien kilómetros.

 

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