La planificación de las vacaciones post-navideñas para el mercado británico se ha convertido en un ejercicio de cálculo cada vez más complejo. Los últimos datos de Mabrian, actualizados a mediados de diciembre de 2025, dibujan una paradoja clara para Gran Canaria en el arranque de 2026: mientras la planta hotelera del sur de la isla ofrece sus tarifas más competitivas del trimestre, el coste del transporte aéreo desde el Reino Unido actúa como un freno silencioso a la demanda.
La lectura para el invierno 2025-2026 es incómoda pero clara. Si las aerolíneas no ajustan tarifas en las próximas semanas, Gran Canaria corre el riesgo de afrontar un enero más débil de lo previsto en su principal mercado emisor, a pesar de ofrecer un binomio difícilmente igualable de clima y seguridad. En la nueva economía turística, el avión se ha convertido en el cuello de botella del destino.
La evolución de los precios de los vuelos confirma un comportamiento especialmente duro para el bolsillo del turista británico. Tras el pico previsible de las semanas navideñas —entre el 22 y el 29 de diciembre—, con billetes de solo ida que rozan los 350 y 400 euros, el esperado alivio de enero apenas se materializa. Durante las semanas del 5, 12 y 19 de enero, el precio medio del vuelo se mantiene por encima de los 250 euros, una cota elevada si se compara con otros mercados emisores clave para la isla.
Este “hachazo” aéreo sitúa al Reino Unido como el mercado más tensionado del invierno. A diferencia de Alemania o del mercado nacional peninsular, donde los precios se normalizan con rapidez tras las fiestas, las rutas desde Londres, Manchester o Birmingham muestran una volatilidad persistente. En varios momentos de diciembre y enero, el umbral psicológico de los 300 euros por trayecto se rompe con facilidad, empujando a parte de la demanda a retrasar su viaje hasta bien entrada la primavera.
No es hasta la semana del 9 de febrero cuando se observa una corrección clara en las tarifas, con precios que descienden hacia el entorno de los 150 euros por trayecto. Esta caída coincide con la concentración de la demanda en las vacaciones de “half-term”, lo que refuerza la idea de que el mercado británico está posponiendo decisiones de viaje a la espera de una ventana de precios más asumible.
En contraste, el comportamiento de la planta alojativa de Gran Canaria es notablemente más favorable al viajero. Tras el paréntesis navideño, los hoteles del sur —especialmente en Maspalomas y Playa del Inglés— entran en su fase de mayor ajuste de precios. A partir de la semana del 5 de enero, los establecimientos de tres y cuatro estrellas alcanzan los mínimos del trimestre, con tarifas de los cuatro estrellas estabilizadas en torno a los 180 euros por noche, frente a los picos cercanos a los 220 euros registrados en Navidad.
El segmento de lujo, sin embargo, muestra una mayor resistencia. Los hoteles de cinco estrellas reducen precios tras el cambio de año, pero mantienen una estrategia claramente defensiva, con tarifas por encima de los 320 euros durante todo enero. La apuesta es clara: confiar en un perfil de cliente menos sensible al encarecimiento del transporte aéreo y más orientado a la experiencia que al precio final del paquete.
El resultado de esta divergencia es una ecuación desequilibrada. El esfuerzo de los hoteleros por estimular la demanda en enero mediante precios competitivos en el segmento medio se ve neutralizado por el coste del vuelo. Para el turista británico, el ahorro conseguido en el alojamiento se diluye antes de aterrizar, convertido de facto en un “impuesto aéreo” que condiciona la decisión final de viaje.















