Un paro cardíaco fulminante ha acabado este sábado en Málaga con la vida de Lucía Jiménez, periodista canaria, referente del asociacionismo de víctimas del terrorismo y una de las voces más persistentes y más incómodas contra el Frente Polisario en España. Tenía 60 años.
Jiménez, natural de Agüimes y estrechamente vinculada al sur de Gran Canaria, fue directora de comunicación del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, pero su proyección pública trascendía con creces el ámbito institucional local. Durante más de dos décadas fue presidenta de la Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo, desde donde impulsó una batalla jurídica y política para el reconocimiento de los canarios afectados por atentados y acciones armadas en el contexto del conflicto del Sáhara Occidental.
En los círculos diplomáticos y asociativos de Madrid y Bruselas, su nombre era bien conocido. Para el entorno del Polisario, Jiménez se convirtió en una “bestia negra” legal y mediática, por su insistencia en reabrir expedientes sobre los ataques sufridos por civiles y pescadores canarios en el caladero africano durante el proceso de descolonización española y los años posteriores. Su trabajo contribuyó a desplazar el debate desde el terreno ideológico al de las víctimas, la reparación y la responsabilidad penal, un enfoque especialmente sensible en el marco europeo.
Licenciada en Ciencias de la Información y en Filosofía y Letras por la Universidad de La Laguna, Jiménez fue también profesora universitaria en la Universidad Carlos III de Madrid. Su tesis doctoral se centró precisamente en el conflicto del Sáhara desde la óptica de la acción terrorista del Polisario y la necesidad de reconocimiento institucional de las víctimas, un trabajo citado en ámbitos académicos y jurídicos.
En 2010, su trayectoria la situó entre las candidaturas al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, y en 2022 recibió una de las medallas de plata de la Asociación Dignidad y Justicia. En una imagen que resume su visibilidad institucional, llegó a ser recibida por Felipe VI, llevando la agenda de las víctimas canarias a la primera línea del Estado.
Su fallecimiento ha causado consternación en el ámbito del asociacionismo español y reabre, de forma silenciosa pero inevitable, el debate sobre una memoria incómoda del conflicto saharaui que sigue sin resolverse en los foros europeos. Para Canarias, Lucía Jiménez representó durante años la traducción local de un conflicto internacional cuyas consecuencias —humanas, jurídicas y políticas— siguen proyectándose sobre el archipiélago.
Este medio transmite su más sentido pésame a su marido, a su madre y a sus cuatro hermanos. Lucía Jiménez deja una huella profunda en familiares, amigos y en una causa que defendió sin concesiones. Descanse en paz.
















